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Buen ejercicio de transparencia

Rendir cuentas de sus ingresos y egresos, de sus compras y sus contrataciones, de sus nóminas y ejecuciones presupuestarias, no son virtudes ni ejercicios normales en los ayuntamientos del país.

Por eso resulta tan difícil seguir el rastro a lo que hacen, y cómo lo hacen, con los dineros públicos, porque son elusivos a la hora de cumplir con los mandamientos de la Ley de Acceso a la Información Pública o someterse a las auditorías de la Cámara de Cuentas.

Algunos han sido capaces hasta de incendiar sus archivos o dañarlos para eludir las auditorías.

El Ayuntamiento del Distrito Nacional es de los poquísimos, entre el conjunto de instituciones de este género, que se abre a los escrutinios públicos mostrando cada cuatro meses los resultados de su gestión financiera, algo que cumplió nuevamente ayer al entregar a la Fundación Institucionalidad y Justicia (Finjus) un legajo de documentos que recogen todas sus operaciones financieras en ese período.

No solo muestra cómo ha invertido los fondos municipales, sino cómo ejecuta los procesos para contratar servicios o comprar equipos e insumos, bajo la supervisión del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Los proyectos están a disposición del público, al igual que sus ejecuciones presupuestarias.

Si esta fuese una práctica extendida o generalizada en la mayoría de las instituciones del Estado, la sociedad podría estar más complacida con la forma en que se manejan los recursos del erario y se evitarían las fugas y triquiñuelas que fomenta una burocracia corrompida, que los ve como parte de un botín al que tienen derecho de succionar.

Al alcalde David Collado hay que reconocerle esta disposición a la transparencia que es, en definitiva, la conducta que deben observar los demás funcionarios, electos o no, cuya responsabilidad es la de manejar con pulcritud los fondos públicos, a la luz de todos.

Solo los que roban los dineros públicos, y los que se hacen los desentendidos a la hora de supervisar, monitorear y auditar esos procesos, son los reluctantes a esta regla. Y lo penoso es que son muchos.

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