Una modalidad delictiva que se expande

La modalidad delictiva que consiste en aplicar una sustancia que adormece, aturde o hipnotiza a las personas se ha expandido silenciosamente en el país pese al alto número de víctimas despojadas de dinero, vehículos y prendas y, en los casos más graves, violadas sexualmente al infl ujo de esa droga.

Hace bien la Policía Nacional con emitir una alerta para que los ciudadanos, al salir a las calles o visitar centros comerciales, tengan precaución con desconocidos que se les acercan para pedirles que lean algo en un papel o dejan intencionalmente papeletas en el suelo para que quien las recoja quede impregnado de la sustancia.

Los asaltantes también utilizan la sustancia llamada escopolamina, que se extrae de una planta conocida como burundanga, en composición gaseosa, para esparcirla dentro de vehículos que acuden a estaciones de gasolina o que esperan en los semáforos, y también la aplican en vasos o botellas de bebidas alcohólicas para adormecer a sus víctimas cuando van a discotecas o colmadones.

En la capital y Santiago esta modalidad criminal se ha expandido, y la Policía tiene difi cultad para detener a los maleantes, ya que por lo general las víctimas actúan como si estuviesen en una situación normal, pero con su voluntad anulada y a merced de las órdenes que les dé el asaltante, hasta que pase el efecto hipnotizante en menos de 12 horas.

Tal vez por esa razón las víctimas o sus familiares no acuden a tiempo a denunciar los casos en fi scalías o cuarteles, ya que sería preciso hacerles exámenes para comprobar la presencia y acción de esta llamada “droga zombie” en su sistema sanguíneo.

Eso no es razón, sin embargo, para que las autoridades se queden de brazos cruzados.

Si bien acaba de formarse una comisión especial para estudiar esta modalidad y enfrentarla, lo que se necesita con urgencia es encargar a una unidad de inteligencia especializada de la Policía con un equipo operativo para que, bien dotados de recursos, se desplieguen por todo el país para atrapar a los malandrines, que hasta ahora se han dado gusto desvalijando o violando sexualmente a sus víctimas con plena impunidad.