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Los rotarios y la paz que aún no llega

El ciudadano que se enrola en el Club Rotario y es fiel a su credo se distinguirá siempre, en nuestra sociedad, por la vocación de ayuda y de servicios que ofrece a los demás, sin esperar recompensas.

Los que han abrazado la causa del servicio social y humanitario en procura de soluciones o remedios a los problemas de su país, difícilmente abandonan el camino. Hacen del rotarismo una condición de vida, una identidad con la que se sienten enaltecidos.

La cumbre internacional del rotarismo dominicano, inaugurada esta semana en el centro de convenciones Bávaro Palace con la presencia de más de 1,500 directivos de los distintos clubes y delegaciones extranjeras, ha servido para ponerlos en el camino de nuevos retos, nuevas metas y propósitos más allá de los que siempre han sido sus objetivos puntuales en salud y educación.

Esta vez, los rotarios quieren enfocarse en iniciativas que promuevan la paz en el mundo. Pero no la paz que se quiebra con las guerras, sino aquella que solo se lograría si se superan las angustiantes condiciones en que viven millones de personas, causantes de fricciones sociales e intrafamiliares que tienen su expresión más elocuente en la violencia y la intolerancia.

Es la paz del corazón, la que cura las ansiedades, angustias, frustraciones y desesperanzas de millones de personas que viven excluidas del trabajo, de la seguridad social y de otras formas de bienestar.

Los empresarios rotarios están reunidos echando una mirada a su propia responsabilidad social y ver qué pueden hacer para ayudar a la prevención de enfermedades, protección del medio ambiente, la inclusión de los ciudadanos al trabajo y al disfrute de las riquezas todavía mal repartidas, así como para el aprovechamiento de los medios de comunicación para suscitar solidaridad humana con estas causas.

El evento de este año fue dedicado al empresario y productor cacaotalero don Héctor Rizek Llabaly, presidente del Grupo Rizek, cuyo producto se ha convertido en una marca nacional e internacionalmente reputada, un vivo ejemplo de ciudadano servicial.

Don Héctor lleva más de 70 años siendo un activo rotario, prodigando ayuda y asistencia para personas y programas sociales, sin hacer ostentación de tales contribuciones, como suele ser el comportamiento de todos los rotarios que dan con una mano sin que la otra lo sepa, que palpan a diario las ansiedades y carencias de los ciudadanos y dan de lo suyo o de lo que producen sus empresas, para aliviarlas.

Con el gran éxito que han tenido los rotarios para eliminar la poliomielitis en el mundo, luego de muchos años de intensas campañas de vacunación, así como para reducir significativamente el analfabetismo, no dudamos que en estos nuevos empeños puedan hacer posible lo que hasta ahora ha sido una esperanza esquiva, la paz que intelectual y emocionalmente necesitan millones de seres humanos para alcanzar una vida digna.

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