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Bestias de espanto

Tres informaciones publicaron medios de comunicación y ampliaron las redes el pasado miércoles: “Joven violó y golpeó hasta la muerte a un hijastro”. “Hombre estranguló a su pareja”. “Matan y descuartizan estudiante”.

Los hechos: Un parricidio perpetrado en Cancino, Santo Domingo Este; un feminicidio en Santiago y un homicidio en Boca Chica.

Si a esos tres sucesos trágicos sumamos el robo de una recién nacida y la explicación de los perpetradores de este acto criminal de que la mujer lo hizo para “salvar su relación” porque ella no podía parir, estamos ante un salvajismo muy cruel.

Horroriza recordar los cuatro asesinatos cometidos en febrero pasado por un “Chamán” contra su mujer y tres hijos de esta, en el barrio Enriquillo, del Distrito Nacional.

¿Se puede matar a un bebé de un año porque grita después de una violación? ¿Se puede estrangular a una mujer porque el criminal que tenía por pareja está “celoso”? ¿Se puede acuchillar, despedazar y botar a un estudiante porque fue novio de la mujer del hoy homicida?

Estos hechos de barbarie son inaceptables para quienes valoramos la vida y un desafío frontal a las fuerzas sanas de la sociedad para que se sacudan y afronten a sus perpetradores con honor.

En este país -ahora- no existe la pena de muerte legal y nosotros tampoco estamos de acuerdo con ella. Por eso tenemos el derecho de reclamar al sistema de justicia, un castigo expedito, rápido y ejemplar para estos criminales.

Pobre de esta sociedad si estos criminales se pasean por años en los pasillos de los tribunales exhibiendo prendas, cadencias nuevas y recortadas de pelo en espera de un juicio o de una complicidad para la fuga.

Si el sistema judicial toma estos casos, los estudia y los falla condenando a los culpables antes de que sus víctimas se hayan despedazado en la oscuridad del sepulcro, criminales que confían en que pueden burlar a la justicia, evitarían exponerse a un castigo seguro y severo.

Ante gente que no conoce el respeto a la vida ni la convivencia entre seres humanos, la sociedad tiene que ponerse de pie para gritar ¡Basta ya!

Si persiste la indiferencia de quienes no se sienten salpicados -por ahora- en esta danza de horror, podemos prepararnos porque los bárbaros comienzan en su casa y terminan en la nuestra.

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