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¿Y será verdad?

¿Y será verdad esto? Con frecuencia, mis hijos y otros usuarios de las redes sociales me interpelan para asegurarse de si es falso o no algo que han leído o visto en alguna de las plataformas del internet. Recurren a mí como una especie de primera o última instancia, no sé, para satisfacer sus dudas, conociendo que mi oficio es el periodismo y la comunicación social.

Por lo recurrente que son estas llamadas, me imagino que así como ellos hay miles en ese dilema: creer o no creer, dar o no por válido un hecho que aparentemente atrae su atención y despierta su interés de comprobarlo fehacientemente, una vez visto en las redes.

El alto y creciente nivel de desconfianza que generan las noticias falsas o inexactas o las intencionalmente deformadas para desinformar o manipular al público, es lo que está averiando los canales de información de las redes sociales, dañando así una de las más formidables vías que tiene la humanidad moderna para conectarse y estar enterada de todo.

Cada día es preciso hacer un esfuerzo para prevenir y cortar estas tendencias dañinas, y eso es justamente lo que hacen los periodistas profesionales que también difunden sus noticias a través de las plataformas digitales integradas a los diarios impresos.

Es decir, aplicar las reglas de oro que mandan la rigurosa comprobación de un hecho, su más correcto modo de contextualización y su transmisión al público.

Aquí la prisa por informar no debe contaminar nuestro ejercicio, apegado a la verdad y la exactitud, dos calidades que están por encima de todo, inclusive de la más perentoria o exigente inmediatez con que el público demanda más y más información en las redes cada día.

Estas formas profesionales del periodismo que apuesta por la calidad y la profundidad de sus contenidos es lo que le sigue dando a los medios tradicionales y modernos que se acogen a ellas la fortaleza y la confiabilidad de que carecen algunas plataformas de internet indiscriminadamente abiertas a lo que se les ocurra colocar.

Esta virtud de los medios periodísticos profesionales, en una esfera tan abrumada por la diversidad de contenidos, unos que son noticia y otros simples comentarios o difusión de informaciones que pueden ayudar al conocimiento, es el principal activo que tienen las sociedades para no sucumbir ante las falsedades ni guiarse por erróneas percepciones de la realidad.

La libertad de prensa, al amparo de la cual ejercemos esta profesión, tiene que ser protegida del libertinaje que propician las fábricas de falsedades acunadas en las redes, mediante la violación de la intimidad, la irresponsabilidad para publicar cosas que atacan la dignidad humana, la publicidad engañosa y la difamación e injuria.

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