No más tasas impositivas

El Estado se ha hecho grande y, en esa misma medida, ha crecido la voracidad fi scal que se refl eja cada vez que impone y trata de cobrar más impuestos para satisfacer o solucionar -no siempre con éxito- las grandes necesidades del pueblo.

Muchas de esas necesidades se postergan porque, según se argumenta, el Estado no dispone de todos los recursos sufi cientes (aunque tenga la voluntad política de hacerlo) para hacerle frente a esos imperativos sociales.

Faltan recursos porque el Estado recauda menos del dinero que presupuesta para gastar, lo que a su vez provoca un endeudamiento público constante, lo que ya está suscitando muchas preocupaciones en los sectores productivos.

Ante ese panorama, las agencias recaudadoras de tributos se han propuesto, al amparo del ordenamiento legal vigente, poner orden en el cobro de los impuestos, abarcando a la totalidad de las empresas y personas mediante un esquema de sincerización patrimonial.

En este contexto, resulta interesante lo que ha dicho en el Desayuno del Listín Diario el director de Impuestos Internos, Magín Díaz, de que en el país no hay margen ya para aumentar las tasas impositivas, sino de lograr una mejora de las recaudaciones por la vía de “revisar” las exenciones existentes, que implican un sacrifi - cio fi scal para el Estado del 6 por ciento del Producto Interno Bruto.

Creemos que si el Estado revisa esas exenciones podrá mejorar considerablemente sus recaudaciones y disponer de recursos para atender las necesidades de infraestructura, servicios y estímulos a la producción y, por ende, a la creación de empleos y al fomento de la productividad.

Una vez lograda esa revisión, y con esa mejora sustancial de los ingresos fi scales, el Estado puede someterse a un gasto más racional, con presupuestos más equilibrados, con más cautela en el endeudamiento público y un celo minucioso para impedir todo tipo de derroche, fuente de una corrupción extendida.