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La juventud, en el vórtice de las tragedias

La sociedad se estremece y entristece cuando ve morir a jóvenes por accidentes y homicidios, por suicidio, o abatidos por una enfermedad o epidemia o por cualquier otro episodio trágico y fatal, previsible o inesperado.

La inseguridad en las calles, la violencia intrafamiliar o barrial, las adicciones nocivas, las vulnerabilidades en la salud o las osadías propias de la edad, forman parte del contexto de riesgos peligrosos en los que los jóvenes, en particular, desenvuelven su vida.

Las modas actuales que los incitan al consumo de drogas, al desenfreno sexual, a los ruidos estridentes, al pandillerismo, a las competencias automovilísticas en avenidas y autopistas, preferentemente en las madrugadas, a las mezclas de bebidas alcohólicas y energizantes o a desafi ar las reales amenazas presentes en la sociedad, se han cobrado a destiempo las vidas de centenares de jóvenes que pudieron tener un mejor futuro.

Los sanos consejos de los padres se han devaluado en la medida en que emerge una juventud reacia a aprender de las experiencias de los mayores, que no gusta de hacerle caso a lo que enseñan “los viejos tostados” o sus propios maestros, y que desdeñan todo aquello que represente una limitación a sus caprichos o convicciones.

Casi a diario estamos expuestos a noticias de sucesos que impactan, conturban y devastan el ánimo de familias, amistades o ciudadanos sensatos cuando las víctimas son menores, o adolescentes que no tuvieron la suerte de medir consecuencias de sus adicciones o de su afán por desafi ar riesgos.

En un ambiente en el que predomina el instinto de romper con valores y convencionalismos; con normas y leyes o con las disciplinas familiares y sociales, estas aventuras juveniles que se escuecen en el vórtice de una ruptura con lo tradicional, han traído muchos dolores y luto a la sociedad.

Hay que predicar más sobre los mejores ejemplos; hay que enfatizar en mostrar y advertir sobre los serios peligros que acechan hoy a nuestra juventud y hacer un esfuerzo extraordinario como sociedad para aminorar esta epidemia de muertes juveniles que nos abate y acongoja.

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