¿Cuántos más?

¿Cuántos vehículos más caben todavía en las calles de la capital? No es ocioso hacerse esta pregunta, pues los síntomas de la saturación vehicular trastornan ahora con más intensidad la circulación en las vías públicas, generando más emisiones de gases contaminantes.

Mientras quepan más vehículos de los que caben, la capital será un espacio semejante a la cárcel de La Victoria, donde el hacinamiento se convierte en la expresión cumbre del caos o, en la más cruda pincelada metafórica, en el mismo infi erno.

Con los millones de vehículos circulando a todas horas en nuestras calles, la única ventaja que existe es que los límites de velocidad no tienen que imponerse por norma. No se necesitan, pues la marcha ahora es casi semejante a la de los coches fúnebres.

Eso sí, la cara contraria es la de la irascibilidad innata de la mayoría de los conductores, especialmente los que pertenecen a empresas que se llaman sindicatos o los choferes de la OMSA. Todos se caracterizan por saltarse las reglas del tránsito.

No exhiben prudencia ni piedad frente a los demás conductores ni frente a los propios pasajeros que transportan, mucho menos a los peatones.

Se dice que ante una elefantiasis vehicular, lo que procede es su masifi cación con trenes o metro y teleféricos, con autobuses conectados a las rutas de estas últimas opciones de movilidad.

El metro, en particular, no aguanta ya más pasajeros, según ha dicho el embajador de Francia. Una gran verdad, porque mucha gente prefi ere esquivar el problema que representa la congestión vehicular (estrés emocional y tardanza para llegar a un destino) usando ese sistema, al que hay que agregarle más vagones antes de que también colapse.

Por eso sería interesante saber cuántos vehículos más permitirá la autoridad que circulen por esta metrópolis, para que de ese modo los ciudadanos vayan pensando en hacerlo en bicicletas, motocicletas o a pie, que tal vez ayuden a llegar más rápido a cualquier lugar.