La trampa artera de los feminicidas
Un denominador común que tienen muchos de los feminicidios ocurridos en el país es el diálogo o acercamiento aparentemente inofensivo que media entre el asesino y la mujer.
El feminicida se acerca a la mujer, en su domicilio o en su trabajo, supuestamente para conversar amistosamente o discutir un arreglo o reconciliación. Y en el momento más inesperado, ejerce violencia contra ella, le clava un puñal, le pega un tiro o la estrangula, y huye.
Otros se autoeliminan después de cometer el hecho, en algunos casos dejando una estela de muerte cuando también eliminan a sus hijos, a parientes o amistades que se encontraban en la escena en esos momentos.
Las mujeres deben estar más prevenidas y alertas cuando sus parejas o exparejas, alejadas de los domicilios, se acercan como unos corderitos mansos dizque a dialogar o buscar un entendimiento.
Ese detalle ha estado presente en muchos de los crímenes que se perpetran, a pesar de que en varios casos existen prohibiciones expresas del ministerio público para que esos hombres se aproximen a las casas de las mujeres.
Es decir, que la mujer puede caer en la trampa artera de suponerle alguna actitud inofensiva o amistosa al hombre que ha abusado de ella, física o verbalmente, y por cuya causa se separaron, cuando en realidad se trata de una celada macabra.
Otro error mortal, tan común como este, es renunciar a la querella o solicitar que le quiten a la pareja o expareja separada la medida de coerción para su alejamiento, doblegada por una necesidad económica para su sustentación.
En este día que el mundo dedica a promover la no violencia contra la mujer, es conturbador que la intención, los esfuerzos y las políticas para reducir los feminicidios no hayan dado los resultados esperados, porque la causa fundamental radica en la prepotencia de una cultura machista que ha resultado difícil desmantelar, penosamente.