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A punto de explotar

A las cárceles dominicanas no les caben ya más presos, y sin que parezca una hipérbole puede decirse que están a punto de explotar en materia de sobrepoblación.

El número actual de presos es tres veces mayor de la capacidad de espacio que tienen las 41 cárceles, lo que ha creado un peligroso estado de hacinamiento humano en ellas.

Es fácil imaginar lo que sucede en un espacio sobrepoblado, lleno de hombres y mujeres que han cometido todo tipo de delitos en el país y que deben coexistir en condiciones mínimas de salubridad espiando las penas por sus desafueros.

Este estado de cosas ha sido agravado, más que nada, por la existencia de 27,000 presos, de los que el 70 por ciento todavía no han sido llevados a juicio de fondo ni condenados.

Quiere decir que en la masa abigarrada de personas privadas de la libertad hay culpables confesos e imputados inocentes hasta que se les pruebe fehacientemente en qué delinquieron.

Las broncas y los motines se hacen recurrentes en unos ambientes como esos, mientras las prácticas más aberrantes de las adicciones, especialmente de drogas, se generalizan entre ellos de la misma manera que las enfermedades y las epidemias que de tiempo en tiempo azotan el país.

Urge que el gobierno vaya pensando en cómo descongestionar las cárceles, sea mediante algún mecanismo que permita variar su encierro en esos recintos por uno domiciliario, pero bajo estricta supervisión por vía de dispositivos electrónicos de geolocalización.

Los mismos que hemos sugerido implantar a los hombres que amenazan o ejercen violencia contra sus parejas o exparejas, es decir, los grilletes de localización que los obligarían a respetar las órdenes de alejamiento de las mujeres amenazadas, porque serían detectados al instante si pretendieran violarlas.

Este mecanismo podría contemplarse con los presos preventivos que pudieren ser despachados para cumplir prisión domiciliaria en lo que los tribunales emiten sus sentencias definitivas por los casos en los que están acusados.

Pero alguna solución debe buscarse, sin pérdida de tiempo, para prevenir que una sobresaturación de presos provoque el colapso social y humanitario, como parece verse en el horizonte de muy corto plazo.

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