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EDITORIAL

Una realidad frustrante

El que sólo un 13 por ciento de nuestros estudiantes asimila las clases y el resto acusa un severo défi cit de atención, y por tanto, de aprendizaje, es una de las realidades frustrantes de nuestro sistema educativo.

El deplorable hallazgo lo hizo un grupo de especialistas del Banco Interamericano de Desarrollo y no tenemos dudas de que esa misma realidad se esté dando también a nivel de la educación superior, aunque no en tales dimensiones.

En aulas atiborradas de alumnos, sea en una escuela pública o en una universidad de matrícula sobrecargada, cuesta trabajo lograr que el grueso de los estudiantes se concentre y atienda las enseñanzas del profesor.

Concurren muchos elementos entorpecedores.

El desinterés, la distracción, el cuchicheo, un clima inapropiado, una pobre pedagogía y, en el caso de los universitarios, el hecho de que muchos trabajan o no duermen bien y llegan fatigados o perezosos a la sala de clases.

Este es un aspecto crucial que debe abordarse dentro de las problemáticas del sistema educativo nacional, a todos sus niveles, porque de ahí podría partir una explicación sobre el elevado índice de estudiantes que no alcanzan buenas califi caciones.

O del pobre bagaje de conocimientos que han adquirido durante el tiempo de su formación, un factor que también podría explicar en parte por qué la mayoría de ellos, un 70 por ciento, desiste de continuar del bachillerato a la universidad.

Cuando el Listín Diario propuso la celebración de un foro que aborde el futuro de la educación superior, lo hizo fundamentalmente sobre la base de promover la inclusión de carreras nuevas que formen a los profesionales que el mundo moderno, tan impactado por los cambios tecnológicos y la globalización, está necesitando.

Pero esta realidad frustrante obliga a refl exionar más allá de estas prioridades de la educación superior, porque nada ganaríamos si desde la base del proceso de aprendizaje no resolvemos este problema del défi cit de atención de los estudiantes y de la pobre calidad que deviene de una mediocre capacidad de los profesores.

Si en la educación está la base del desarrollo de una nación, es obvio que la sociedad tiene que detenerse a pensar en cómo abordar y minimizar rápidamente este défi cit antes de que sus consecuencias sean peores e irreversibles.

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