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REFLEXIONES DEL DIRECTOR

Canalladas en las redes

Con los tiempos apremiantes que ha creado la competencia entre quien da primero la noticia en las redes sociales se están deslizando, en frecuencia y volumen, falsas o no verificadas informaciones que solo causan confusión y desorientación en los lectores.

La propagación de falsas noticias, a cargo de personas que sencillamente se convierten en informantes porque tienen libre acceso a las redes, está minando el valor de esta moderna herramienta de la comunicación global.

Como no hay un régimen de consecuencias, salvo el descrédito de aquellos que consuetudinariamente incurren en esas manipulaciones, muchos usuarios se tornan más precavidos de la cuenta antes de dar por ciertas las "noticias" que leen en dichas plataformas, aun de las que provienen de medios digitales pertenecientes a empresas periodísticas.

Los más recientes ejemplos de propagación de falsas noticias los tuvimos con el paso del huracán Irma por las islas antillanas y caribeñas, durante el cual se difundieron vídeos y fotos que no correspondían a la realidad creada por Irma.

Por igual ocurrió con informaciones acerca de daños que nunca se produjeron o que se comprobaron inexactas y con alteraciones maliciosas de los reportes oficiales que emitían los organismos encargados de manejar las situaciones de emergencia en el país.

A los medios tradicionales que utilizan las redes sociales como una fuente referencial les produjo mucho trabajo el saber filtrar o depurar dichas informaciones, a fin de no dejarse sorprender ni confundir ni aceptarlas como válidas.

Porque en la naturaleza y la ética del periodista profesional no caben estos descuidos. La mentira es el pecado capital de un periodista auténtico, comprometido con su misión de informar la realidad de los hechos una vez comprobados en más de una sola fuente.

Respetando esta regla de oro es que el periodismo cimenta su alto nivel de credibilidad o confiabilidad.

La prensa, en sí misma, no es una entidad autónoma. Es una entidad de la propia sociedad. Como ha dicho Jorge Halperin, ex editor de opinión del diario Clarín, de Argentina, la información que maneja la prensa no la saca de la nada sino que surge de la sociedad misma, que la brinda, la retacea, la induce, y esa es la responsabilidad cívica que tiene frente a todos los ciudadanos.

En las redes sociales no predominan estos valores éticos. Allí pueden aparecer canallas que se solazan en mentir o manipular, lo que es difícil que ocurra en un medio tradicional donde se practica una especie de control de contenidos con el exclusivo propósito de verificar la verdad, no más.

Hay diarios, como el The Miami Herald, donde es costumbre que el editor consulte verbalmente o por escrito a la persona que ofreció una información y que fue publicada solo para comprobar si fue correctamente citado.

Puede ser que mucha de la culpa en la difusión de noticias falsas o no verificadas resida también en la premura y la velocidad que ha ido fomentando el nuevo ciclo informativo de las plataformas multimediáticas, que está forzando a una aceleración de los procesos de comprobación de las informaciones.

En el pasado, los diarios competían en un rango de tiempo de 24 horas. En el presente, eso parece reducido a minutos, lo que genera un estrés al momento de aplicar el rigor de los procedimientos comprobatorios.

Naturalmente, no se puede sacrificar la calidad ni la exactitud por la premura de meter el gol noticioso para ganarle el partido a la competencia.

Eso jamás.

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