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ENFOQUE

El libre comercio necesita del compromiso político

Hubo un tiempo en que la mayor amenaza al libre comercio provenía del exterior: a finales de la década de 1990 y principios de la del 2000, las grandes protestas asolaron las cumbres de negociación comercial.

Esto culminó en 1999 con una manifestación contra una reunión de la Organización Mundial de Comercio que atrajo a 40.000 personas y fue bautizada como la “Batalla en Seattle”. Pero hoy, mientras los ministros se reúnen en Buenos Aires, el mayor desafío al libre comercio proviene de los propios gobiernos.

Varias administraciones están cerrándole la puerta al libre comercio como por ejemplo el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump con sus banderas de “Primero América”, “Construir un muro” y la posibilidad de terminar con tratados de libre comercio como el de América del Norte, vigente desde 1994.

Si bien existen razones legítimas y comprensibles para preocuparse por el abordaje pasado sobre el libre comercio, el rechazo general de los políticos al mísmo es una tragedia con implicaciones que afectará a generaciones, especialmente a los más pobres del planeta.

El comercio más libre tiene costos, y es justo señalarlos. Las protestas de la década de 1990 y gran parte del sentimiento de los líderes políticos de hoy reflejan el hecho de que, en cada acuerdo comercial algunas personas pierden sus empleos, y algunas de ellas lucharán por encontrar otro trabajo.

Esto debe tenerse en cuenta. Pero concentrarnos sólo en eso significa que perdemos la perspectiva más amplia. Revivir el moribundo Tratado de Libre Comercio Mundial de Doha, reduciría el número de personas que viven en la pobreza en todo el mundo en 145 millones en 15 años, según una investigación realizada por el “Copenhagen Consensus”. Haría al mundo 11 billones de dólares más rico cada año para 2030.

De esa suma, 7 billones de dólares irían al mundo en desarrollo. El aumento de la riqueza equivale a 1.000 dólares adicionales por cada persona al año en el mundo en desarrollo para 2030.

Los beneficios Hay grandes beneficios para la sociedad. Se ha demostrado que una mayor globalización económica reduce la mortalidad infantil y prolonga la esperanza de vida, debido al aumento de los ingresos y a una mejor información. Se ha demostrado que en Uganda, el comercio más libre en los últimos 35 años prolonga la esperanza de vida de cada ciudadano en 2-3 años.

El libre comercio significa que los consumidores en cualquier parte del mundo obtienen una mayor variedad de productos en la tienda a precios más baratos que los que tendríamos nosotros. En comparación con un mundo sin comercio, los estadounidenses de clase media ganan más de una cuarta parte de su poder adquisitivo del comercio exterior. Esto significa que el estadounidense promedio de clase media puede comprar 29% más por cada dólar que si hubiera muros en las fronteras y no hubiera libre comercio. El efecto es en realidad, mayor - 62% - para la décima parte más pobre de los consumidores.

El comercio también puede hacer que los exportadores sean más fuertes, eficientes y productivos. Los beneficios se reparten entre los trabajadores: el Consejo de Asesores Económicos determinó que, en promedio, las industrias estadounidenses con gran intensidad de exportaciones pagan a los trabajadores hasta un 18% más que las empresas no exportadoras.

A favor del medio ambiente Más aún, “el libre comercio es bueno para el medio ambiente”, por citar un estudio académico. Esto puede parecer contraproducente. De hecho, es cierto que un 10% más de producción genera entre un 2.5 y un 5% más de contaminación, pero los mayores ingresos derivados de esta producción impulsan una mejor tecnología y una normativa más estricta, lo que a su vez reduce la contaminación entre un 12.5 y un 15%. En total, un aumento de diez por ciento en los ingresos resulta en un 10% menos de contaminación. Esta conclusión se apoya en un estudio que concluye que el comercio tiende a reducir tres formas claves de contaminación atmosférica.

Al mismo tiempo, se ha demostrado que el libre comercio crea más empleos para las mujeres, menos discriminación laboral y mejores condiciones de derechos humanos.

Si aceptamos que el 20% de los beneficios del comercio pueden verse erosionados por los costos de la redistribución, lo que esto nos dice es que el 80% de los beneficios se mantienen. El ochenta por ciento de los 11 billones de dólares siguen siendo unos enormes 9 billones de dólares en beneficios para la humanidad -además de una reducción de la pobreza, una menor mortalidad infantil, una mayor esperanza de vida, una menor contaminación y menos discriminación basada en el género y la raza.

Esto nos dice que las naciones deberían estar dispuestas a gastar algo así como el 20% de los beneficios comerciales de un acuerdo comercial en ayudar a aquellos que salen perdiendo, mediante capacitación laboral y asistencia social transitoria. Pero también nos dice que los gritos contra el libre comercio “per se” pierden oportunidades mucho mayores para hacer que el mundo sea mejor.

Pocos de los millones y millones de pobres del mundo para quienes el libre comercio podría ser la mejor manera de salir de la pobreza, saben incluso acerca de la cumbre comercial de la OMC en Buenos Aires. Pero es un hecho cruel que pagarán el precio más alto por la retórica de los políticos y el fracaso en la reapertura de un acuerdo multilateral.

Bjorn Lomborg es director del Copenhagen Consensus Center y autor de los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.

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