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Literatura

Una editorial a sangre y fuego

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Carmen Guzmán y Susy TejedaSanto Domingo

En un apartamento de clase obrera en Puerto Rico, se albergaron los sueños de la escritora Cindy Jiménez-Vera, quien cada noche “ponía cartón sobre las tripas de los libros y comenzaba a coserlos a mano”, no solo como práctica de un curso de encuadernación artesanal, sino por amor al arte de producir su poesía.

Según ella, para lograr que se publique un manuscrito en esa isla caribeña, deben someterlo al Instituto Cultural Puertorriqueño, que es el equivalente al Ministerio de Cultura en un país independiente, y esperar por un período de tiempo que probablemente nunca concilie contestar, “es una burocracia bien fuerte”.

La lucha contra estos trámites inacabables, el deseo de divulgar una literatura diferente y crear un espacio de diálogo en los tiempos de crisis, fueron de las necesidades que le permitieron concebir la creación de su editorial.

Autor como productor

La publicación de su primer libro titulado “Tegucigalpa”, fue la génesis para que Jiménez-Vera descubriera que tenía colegas en la misma situación que ella: falta de una persona que le diera el empuje necesario para sacar a la luz sus escritos.

Al momento en que otros poetas se enteran del formato tan peculiar en que la autora ofertó este poemario, se comunicaron con ella, para que les enseñara a producir sus escritos.

Cocido a mano y con un diseño artesanal, esta editora estaba dando ejemplo de que el escritor no solo escribe, sino que también produce toda la creación del texto, convirtiéndose a su vez en productor, tal como plantean varios literatos.

“Ulises Carrión publicó en los años 80 un manifiesto que se llama: ‘El arte de hacer libros’. Allí decía que en el arte viejo de hacer libros, el escritor solo escribía los textos y el que los hacía era toda una industria totalmente lejos de las manos del escritor. En el arte nuevo, Carrión dice que “el autor escribe libros y hace libros”, de manera que propone, que seas tú el hacedor de tus creaciones. Eso no es algo nuevo, porque el alemán Walter Benjamín, en 1934, escribió “El autor como productor”, donde propone lo mismo”, puntualiza Jiménez-Vera.

De forma que “ya tenia un marco teórico a mi práctica artística”.

Ella empezó sola, por lo que ya sabía qué es ser escritora y productora de su primer libro, del cual vendió todos los ejemplares. “Tuve que hacer otra tirada manual, pero ya me estaba cansando y había un muchacho que empezó una propuesta regular con el nombre de ‘Erizo Editorial’ que no le cobraba a los autores, él me ayudó a publicarlo”.

Es así como se le acerca un nuevo proyecto editorial, que también surge de manera artesanal, bajo el sello de ‘Atarraya Cartonera’, con el interés de publicar su segundo libro ‘400 nuevos soles’.

Nace Ediciones Aguadulce

Esta bibliotecóloga y escritora boricua admite que siempre tuvo conocimiento de lo difícil que se hacía esperar que el Estado publicara un escrito, razón por la que nunca sometió ninguno de sus trabajos literarios. Existían editoriales independientes comerciales, que ofrecían publicar los libros a cambio de una remuneración económica: “Eso de que alguien esté cobrando por publicar me parece una violencia hacia los escritores”.

Con los conocimientos editoriales y el deseo de ayudar a otros que pasaban por la misma situación que ella, decide crear un sello editorial y nombrarlo: “Ediciones Aguadulce”.

Se recibía de los autores los materiales para poder crear el formato artesanal de los libros. Se trabajaba con cartón y fotocopias. Detrás de todo este proceso creativo, no había ni hay intereses económicos: “No hacemos esto para lucrarnos, la venta de todos estos libros ni siquiera es para mí ni para la junta editorial. Lo que hago es imprimir o publicar más libros, es como tratar de que el proyecto sea autogestionado, que no dependa de otros fondos y claro está, casi siempre hay pérdidas pero no se trata de eso”, expresa la fundadora de este sello.

Elección de los escritores

Gracias a la colaboración de varios sellos editoriales sus obras se habían dado a conocer, sin embargo, aún no estaba completo su trabajo.

Como ella, habían otros escritores en Puerto Rico que eran conocidos por sus escritos en las revistas, pero no tenían libros publicados, eso fue lo que más le llamó la atención a Jiménez-Vera, en especial de sus colegas femeninas.

“Me parecieron interesantes esas mujeres escritoras, porque son una población que ya de por sí presentan una opresión en una sociedad tan patriarcal como la nuestra, y eso es muy importante. Es así como publiqué a Iamdra Maldonado, Ramona Ruíz y María Fustel, porque me había identificado con esas autoras”, comenta.

Cindy Jiménez-Vera asistió a una Feria Internacional de la Habana, Cuba, donde tuvo la oportunidad de conocer algunos escritores mexicanos, entre ellos, Jorge Posada, de la editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien es el primer hombre al que le publica un manuscrito y con el que mas tarde inicia su equipo de trabajo. Es así como comienzan a solicitar textos y hacer las evaluaciones formales de los escritores.

Al poco tiempo conoce a Alex Maldonado Lizardi, profesor de Literatura, al cual invita también a formar parte de la junta. El poeta puertorriqueño, Javier Francisco Rivera, destacado crítico literario, es la otra persona que junto a ella conforman todo la directiva del sello Ediciones Aguadulce. A través de convocatorias, seleccionan y evalúan los textos que pretenden publicar. Esto les ha permitido tener un ojo agudo con los autores que eligen. Se ha dado el caso que mientras editan el libro de un escritor, éste está recibiendo un premio por otro escrito, lo que indica que como equipo se esfuerzan por hacer un trabajo bueno, imparcial y objetivo.

Una editorial peculiar

Entre las particularidades que tiene Aguadulce no solo se destaca la manera creativa en que empezaron a publicarse sus libros, con una portada diseñada y cocidos a mano, sino todo el formato que ahora engloba cada texto que ellos difunden.

Aunque en un principio la editorial fue creada para trabajar solo con escritores puertorriqueños, el horizonte se ha ido ampliando. Actualmente el catálogo incluye cubanos, españoles, argentinos, mexicanos y estadounidenses. A pesar de esto, a Jiménez le gusta que las traducciones posean el acento de la Isla del Encanto. “Esto me encanta, porque le da un toque; tiene un saborcito boricua, es decir no se va por la vertiente de un español genérico”.

La editorial prefiere publicar materiales de autores poco conocidos, pero con propuestas interesantes e innovadoras. Asimismo, se caracteriza por no colocar la foto de los autores en la contraportada, como es lo usual, entienden que de esa manera se disminuye el figureo y la calidad del texto habla por sí sola.

El colofón es una parte esencial para este sello. Jiménez-Vera entiende que este encierra un compromiso civil, político y ético, siendo ésta la línea de Ediciones Aguadulce.

“Te comento lo del colofón, porque hemos seguido utilizándolo. Por ejemplo en el libro de Frank Báez dice: este libro se término de imprimir en San Juan, Puerto Rico, en el mes de julio del 2017, año en el que el país se fue a la quiebra y las políticas neoliberales de austeridad hacen insostenible la posibilidad de una vida digna para los habitantes de la isla”.

Con el propósito de que los jóvenes se entusiasmaran a comprar los libros y con la inspiración que le dejó una editorial española a su creadora, ésta decidió que el formato en que fueran producidos fuera tamaño bolsillo, sencillo y pequeño.

Estas particularidades hacen de Ediciones Aguadulce una editorial a sangre y fuego.

((Historia ¿Por qué Aguadulce?

“En el poema ‘Obsequio’, que forma parte del poemario ‘Cinco metros de poesía’ de Carlos Oquendo de Amat, hay un verso que dice: “de sus cabellos saldrá agua dulce/ y habrá voces de color en la luna”, yo junté las dos palabras en una, por la sonoridad aguadulce, pero también es una metáfora del trabajo, de lo mucho que tienes que sudar para hacer patria en tu país, para hacer algo y que ese algo, eventualmente sea dulce”.

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