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De ciudades y nostalgias

”De ciudades y nostalgias”

La nostalgia es un estado de ánimo que consume al mundo, no el real, sino el íntimo. Toda nostalgia se sustenta de ausencia y pasado. El mundo subjetivo quiere restablecer. La añoranza es un regreso fallido. El amor consume a los amantes que no lograron prolongar el amor. Entre ellos, uno insiste en restaurar lo vivido. Sobrevive en la mente del que más amó. Cuando se escriben estas experiencias exorcizamos fantasmas, porque es un tiempo muerto; tanto en el corazón como en el alma.

El primer libro que se publica es el de mayor satisfacción. Erigirse desde la sombra a una chispa que nos trasciende, sin embargo, el compromiso es mayor que el júbilo cuando apostamos a un oficio y no a la efímera presencia de una circunstancia. Es ir a la caza de un silencio transfigurado por el decir.

Los libros primogénitos tienen la magia de un tesoro inconcluso.

Hablar de Ciudades y Nostalgias de Deidamia Galán es hundirse en una visión fantasmagórica donde se celebra el rito de un amor irrecuperable. Cosa de lo que está consciente la poetisa. Lo inconsciente es la perseverancia que emana de emociones vividas. El olvido, a pesar nuestro, es un antídoto que nos permite seguir viviendo. Pero es difícil doblegar al corazón por el apego.

El poemario es un catálogo de persistencia. Cada poema reitera dicho propósito. Sin embargo, no es de llantos y culpas, sino de querer olvidarlo. En verdad, el olvido es una salida a la que nos negamos. El cuerpo siente. El pensamiento restaura lo que el corazón se niega a soltar. El sujeto, protagonista al que se alude en estas andanzas interiores, ignora el dolor de ella.

“la nostalgia debería tocarse,

Estropearse, medirse

Destinarse por envío de paquetería

A un lugar inadmisible, inalcanzable, impropio

Debería no doler tanto.”

(Pág. 9)

Desde el inicio Deidamia desea despojarse de la nostalgia, pero sabe que no es un objeto sino un sentimiento. No es tangible, proviene del corazón. No se puede empaquetar y salir de la nostalgia. El único modo consiste en la renunciación, por el contrario, estaremos arrojados al infierno, es decir, a la repetición.

“No está,

Yo tampoco esto

Me perdí hace tiempo

Caminando por ciudades que no eran mías,

Lugares que desconozco.”

(Pág. 48)

La sublimación del instinto mantiene la esperanza en el desconsuelo.

Deidamia “prefiere un lenguaje que invada sin tapujo el silencio, que martilla en la conciencia del lector en busca de una multiplicidad artística que siempre logra.” Ese lenguaje no traduce emociones atolondradas, pero si una reflexión dolorida.

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