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Alix y los ladrones

El gran poeta popular mocano fustigó con sus décimas a los asaltantes de la época, y también a los terratenientes, comerciantes y empresarios que pagaban bajos salarios a sus trabajadores para enriquecerse más.

Avenida. Por la principal arteria comercial de Santiago andaban los asaltantes atemorizando a la población.

Avenida. Por la principal arteria comercial de Santiago andaban los asaltantes atemorizando a la población.

A fines del siglo XIX, la situación de la delincuencia en la República Dominicana no era menos visible que en este presente. Por el contrario, en las grandes ciudades, como por ejemplo, Santiago de los Caballeros, los asaltantes y ladrones pululaban por doquier. La fuerza pública resultaba impotente ante el empuje de estos delincuentes que no escatimaban días ni horarios para atracar a la población.

Alarmado por tal circunstancia y ante el reclamo de la ciudadanía en general y de sus clientes en particular, el maestro Alix dedicó algunas obras a denunciar estos atropellos al patrimonio público.

Alix enfrenta el ladronazgo de su tiempo a partir de dos versiones, lo cual reafirma su compromiso social, primero en favor de la propiedad privada y el trabajo honrado, y después con la visión de aquel que no recibe una justa remuneración laboral y tiene que recurrir a determinado acto delictivo para paliar sus necesidades.

Esta impronta ejemplifica que el justo reclamo de los gremios obreros por aumentar el salario de los trabajadores y técnicos no es exclusivo del mundo de hoy. En todos los tiempos, las luchas obreras entre sindicalistas y patronos ha sido comida del día. Y esa lucha fue escuchada y reproducida por el maestro Alix en su obra.

La primera versión es un canto directo, emotivo, implacable, contra los ladrones que azuzaban a la Ciudad Corazón. La misma fue compuesta en una serie de cuatro espinelas publicadas el 2 de mayo de 1898 con la siguiente cuarteta como pie forzado: “El que no siembra no coje;/ el que cuida siempre tiene,/ el que no trabaja roba,/porque con qué se mantiene”.

El lector debe advertir que en la segunda estrofa, el poeta convierte en verbo el sustantivo “compadre” al referirse a la peculiaridad que debe tener el hombre de bien de alejarse del juego y la bebida. Esa virtud de convertir sustantivos en verbos y verbos en sustantivos fue también practicada, aunque con un rigor intelectual superior, en forma y fondo, por el gran poeta peruano César Vallejo, muchos años después.

Esos que suelen andar De noche como cocuyo, Buscando lo que no es suyo Para poderse llevar, Debían considerar Que el que lo ajeno recoje, Es fácil que un día se moje Si no sigue aquel refrán, Que le dijo Dios a Adán: “El que no siembra no coge”.

Todo el que suele afanar Para buscarse la vida, Con el juego y la bebida Nunca debe encompadrar. El que suele trabajar El pan con que se mantiene, Mucho mejor le conviene Que lo suyo economice, Porque la razón lo dice: El que cuida siempre tiene.

El que sabe trabajar Y se duele de lo suyo, Puede siempre con orgullo Con su trabajo gozar, Sin necesidad de andar Arrasando como escoba, Ni causándole joroba A ninguna propiedad, Porque es la pura verdad: El que no trabaja, roba.

Por eso los campesinos Dicen que en sus vecindarios Abundan los perdularios Perturbando a los vecinos, Y que esos hombres dañinos Oficio ninguno tienen, Y como plagas no vienen Por los caminos vagando, Tiene que vivir robando Porque con qué se mantiene?

Con el sudor ajeno.

La segunda versión (jocosa, por cierto), deviene en contraréplica que le hace al poeta un campesino cibaeño mal pagado, que justifica el robo a los que mucho tienen. La misma fue publicada al siguiente mes, el 10 de junio de 1898. El poeta escribe, en pleno lenguaje cibaeño, cuatro espinelas donde un supuesto ladrón le escribe a Alix justificando su necesidad de robar debido al bajo salario que recibían los campesinos de parte de los terratenientes criollos. Esta contraréplica a la publicación anterior no es una defensa al ladrón, sino es un testimonio de a dónde puede llegar una persona que no recibe un justo salario para sobrevivir de acuerdo a sus esfuerzos laborales.

La decima se titula “Lo Laidron de la jurisdición de Quiminduñe, a Siño Juan Antoño Alí, decimero del Cibao, contetamo lo siguiente. La cuarteta de versos octosílabos que sirve de pie forzado a la colección de espinelas, se explica: “Siño Juan Antonio Alí,/ Laidrón que roba á laidrón,/ en ei tribunai debino/ gana cien día de peidón”. El maestro Alix no se propone un tratado para defender (en forma de relajo) a un vulgar delincuente. Es un trabajador a tiempo completo a punto de estallar dentro de su propia miseria. La última estrofa es representativa de la denuncia contra los poderosos:

Pa un enfelí trabajai Con jambre, soi y barato, Ma bale meteise á gato, Que tenéi que rebentai. Si le supieran pagai Con juticia á un pobre pión, Y con buena mantención, No se diría que un ratero Que roba a su compañero Gana cien día de peidón.

El 12 de diciembre de 1899, el bardo mocano registra otra serie de cuatro espinelas que indirectamente denuncian al ladrón, pero esta vez encarnado en el papel de los vagos. Las tituló “Los buenos vividores”, y aparecen dedicadas “a mis amigos Gerardo Ferreras y Fermín Cabral.”. El pie forzado expresa: “Qué sabroso es enlazar/ cuando otro es el que ataja;/ el que en la chispa se mete/ para otro es que trabaja”. La primera apunta:

...Qué bueno es vivir así Como viven ciertos nenes, Que ahora maman con Jiménez Y ayer con musié Lilí: Y no es cosa baladí Eso de siempre mamar Sin tenerse que arriesgar Con el toro enfurecido; Pero después de vencido !Qué sabroso es enlazar!

Al final de la serie, el maestro Alix escribe: “En todas partes cuecen habas, pero en nuestra tierra se nota más por lo que dijo el gran Napoleón: “Más vale una hora de protección que cien años de servicio. Aprieta, culata!”

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