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Cine

Sobre “La silla” y Camilo Carrau

Ante ciertas desinformaciones que han ido surgiendo en los últimos tiempos, Ventana le solicitó al sobrino de Camilo Carrau, el cineasta dominicano, César Rodríguez, su testimonio sobre la participación de su tío en la realización del cortometraje “La silla”.

“Camilo siempre dirigía y gestionaba todo lo que él hacía. Influía, convencía, enrolaba a la gente para que colaborara con él. Era muy bueno en ello. En ese entonces él estaba muy activo en el mundo del teatro, el cine y la TV en Nueva York; pero quería hacer algo suyo.

Un proyecto propio, pertinente con su visión de mundo que reflejara su realidad de inmigrante caribeño. Y se le metió en la cabeza hacer un largometraje. Un filme de “autor”. Algo tan personal que él mismo lo iba actuar y dirigir. Él conocía muy bien con sus amigos “hipsters” de Soho las innovaciones que se estaban produciendo en el cine de ese entonces. La “nouvelle vague” francesa, el “free cinema” británico o el “new american cinema group” estadounidense. Producciones de bajo presupuesto, rodadas en escenarios reales. Camilo estaba ansioso por experimentar con una estética similar e innovar con recursos limitados en un proyecto parecido a esos que él tanto admiraba. Entonces decidió hacer una historia sobre un inmigrante puertorriqueño. Justo en ese momento, se encontró por casualidad con un amigo recién llegado a Nueva York que él admiraba mucho y que habían trabajado juntos años atrás en Bellas Artes de Santo Domingo, Franklin Domínguez. Lo entusiasmó, les mostró sus apuntes y entre ambos escribieron ese guión que a la postre no llegó a cuajar porque lo escribieron de una manera tal que resultaría carísimo filmarlo. Desistieron y buscaron algo que fuera minimalista, poco costoso; pero al mismo tiempo de gran contenido dramático. Franklin le sugirió hacer un monólogo teatral que él había escrito antes. A Camilo le fascinó la idea y entre ambos se pusieron manos a la obra. Camilo tradujo al lenguaje cinematográfico ese monólogo y Franklin lo depuró para que fuese más cinematográfico y menos teatral.

Un trabajo en equipo donde se diluyeron las responsabilidades. Aunque el crédito final terminó en manos de Franklin, cosa que a Camilo no le importaba mucho porque él asumió en ese instante el espíritu cooperativista del proyecto. Y así surgió “La Silla”. Un filme unipersonal, cuyo peso recaería sólo en él como único actor. Rodado enteramente en una locación. Un trabajo colaborativo, no sólo de dominicanos, también habían amigos cómplices de otras nacionalidades.

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