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NEGRITA COME COCO

Guela Francisca

La abuela que no sabe de nada de su hija, que se fue hace siete años a Europa, piensa que ya no da para más. Güela Francisca, como la conocen sus nietos de 16, 14 y ocho años, espera que Martha vuelva algún día y “pueda criar a sus muchachos”.

“Yo me vua’ morí pronto y estos muchachos se van a quedar solos”, le dice la Güela a cualquiera que la vaya a visitar en la calle 12, parte atrás, del barrio San Carlos.

Y es que, queridos, negritos, nuestra Güela tiene miedo de dejar a sus nietos solos en el mundo. Porque después de todo, ella los ha criado, ha estado con ellos en todo momento, ha curado sus enfermedades, y no les pierde ni pie, ni pisada porque más que un encargo que le dejó su hija cuando se fue en busca de una mejor vida, esos niños ya son sus hijos.

“Los quiero como si los hubiera parido yo”, repite Güela Francisca entre llantos ante el altar de la iglesia La Milagrosa, testigo de su angustia y pena. Y, sin duda alguna, nuestra protagonista espera que algún día su hija Martha vuelva, que deje ese país en que está y vuelva a atender a sus hijos, a darles calor de madre.

Porque no basta con que Martha llame a sus dos varones y una hembrita una vez a la semana, no es suficiente con que, a veces, mande ropas y hasta un celular de última generación al hijo de 16 (que, por cierto, le robaron dos atracadores en un motor) sino está ahí para ellos: “pa’ que sepan que aunque no tienen pai, si tienen mai”.

“Yo me vua’ morí pronto y estos muchachos se van a quedar solos”, piensa Güela Francisca cada noche antes de acostarse entre la angustia y el miedo.

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