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Diplomacia

Un embajador a carta cabal

Oh Han-gu. Condecoración.

Oh Han-gu. Condecoración.

Oh Han-gu es un profesional de la diplomacia. Y de la democracia. Y también es un ciudadano surcoreano de corazón que ha dedicado su vida a mostrar al mundo el verdadero de rostro de su patria. Tiene la virtud de la humildad y la voluntad de la sapiencia. Es, ante todo, un funcionario con don de gente, un ser humano que sabe usar el traje cuando debe, y también las mangas de camisa para compartir con la gente del pueblo.

Después de permanecer los tres últimos años de su exitosa carrera en la República Dominicana, concluye su labor y se retira a su amada patria, con la frente en alto. Se va, no solo llevando sobre su pecho la medalla de Sanchez Duarte y Mella en el grado de Gran Cruz de Plata (otorgada mediante el decreto presidencial 65-17), sino todo el cariño y el respeto bien ganado en este país, gracias a su mirada solidaria y a su impronta colaborativa en favor del desarrollo nacional. La gran ayuda coreana a la República Dominicana y los aportes personales de Oh Han-gu llenarían páginas ilustres. Sin embargo, en el sector que nos ocupa, la cultura, su aporte fue notable. Durante sus tres años de gestión se mantuvo la Semana del Cine Coreano en la Cinemateca Dominicana, se continuó el desarrollo de la Federación Dominicana de Taekwondo y continuaron las visitas y presentaciones de prestigiosas delegaciones artísticas tanto en Santo Domingo como en el interior del país, entre otras muchas iniciativas.

Oh Han-gu es un gran amigo que se nos va físicamente, pero su obra queda. Y brillará en la memoria de este pueblo que él aprendió a querer como suyo propio.

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