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El amor ha muerto

Tener en las manos un libro que anuncia “La Muerte del Amor” nos parece intrigante. Tenemos el amor como fundamento de la existencia. Los títulos son sugestivos, pues a partir de ellos uno empieza hacer conjeturas, aunque no tenga que ver con la totalidad del poemario. El preludio exalta la imaginación como cuando se oye un locutor en la radio sin conocerle. A partir de su voz uno crea una imagen que no se corresponde con la real. Hay una distancia. La voz nos da una oportunidad en nuestras proyecciones. Así me parece el título de este libro del poeta haitiano Samuel Gregoire.

Al entrar en sus páginas, la cuestión tiene otro significado que, gracias al excelente prólogo de Médar Serrata, se entra en la iniciación del aprendiz de dios, es decir, del creador iniciado en la cosmogonía mítica africana. Por lo pronto, si el amor ha muerto también los géneros en esa estela de ambigüedad que se percibe en los dioses del mundo del Vudú. El poeta es iniciado en las aguas del río Bajabonico por Símbi (Culebra de río) y Aida Wedo, dos loas que viven en el agua, que están situada entre dos grandes panteones del vudú__ Radá—Petró que comparten algunas características con Damballah Wedo, padre creador del universo.

“El poeta…

El poeta oye la voz de Tezen

Que le dice: el agua del río es más dulce hoy.

Ven a saciar tu sed.”

(Pág. 25)

“Son ondas

Que traspasan la lomita

Para mojar la vena del poeta.”

(Pág. 26)

“Hoy, poeta,

Hoy tu poesía es líquida,

Hoy tu poesía es navegable.”

(Pág. 27)

La iniciación se hace con el agua, como el bautismo en la iglesia cristiana o el hinduismo. La poesía del poeta será líquida, fluyente, también fuente del fuego instintivo, de las fuerzas ferósticas del sexo. Esto le permitirá ser un poto mitán que se sumerge en las aguas y llega hasta Guinél, la Isla Bajo el Mar, mítico lugar de origen de las culturas africanas, donde viven las loas y las almas de los ancestros. La columna une el mundo de los vivos con el de los dioses y los muertos, los seres invisibles entran en el templo para comunicarse con los creyentes e intervienen en los asuntos de la comunidad.

El poeta inicia su aprendizaje en el agua. Pero, ¿Cuál es su objetivo? Servir de intermediario entre los dioses y el mundo? El mismo que el de los dioses, aunque tiene otra función redentora. Plasmar el paraíso de ellos. Éste no se rige por una ascética, sino por el ritmo de los tambores que hacen renacer al Nuevo Negro. Si bien representa al negro histórico, lo trasciende, porque restaura el mundo de los ancestros y dioses por la escritura, por las manos entintadas. Hay que recordar que un aprendí de dios no es un dios, sino que realiza una función de profeta, de vidente y fundador. Y en el caso que nos ocupa, el poeta es quien ha de revelar el paraíso por la escritura. ¿El paraíso de los muertos?

“La voz vacante se muere en el día oscuro.

La voz que extraña mis versos.

Mi poema vuelve a pensar en ese lugar solitario.

Ahora mis letras son aliento de difunto.”

(Pág. 31)

El Amor Ha muerto es un libro interesante en dos sentidos: 1- Su estructura ha sido bien pensada, nada está disperso, el poeta se mueve en un mundo que conoce bien, no hay versos ripiosos. 2- Nos presenta un paraíso ajeno a la occidental, propia de la cultura negra, pero, sobre todo, nos dice cuál es el papel del poeta en ese mundo: Aprendiz de dios.

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