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“Tres veces niego mi nombre” de Frank Martínez o el grito afónico de un eco.

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Miguel Acosta JiménezSanto Domingo

La existencia es pataleo. El hombre busca, intenta conocerse, se aruña; le arde; pero sigue hurgando, logra entender –o al menos eso cree– y se niega; se niega a sí mismo. Lo hace con dolor, confundido. Corre por las calles, escucha voces, el “¡Yo no sé!” de Vallejo lo persigue, lo inunda, lo pone contra la pared; se ríe; ¡el hombre se ríe!; se burla de sí. Entonces la vida se torna un péndulo, entre el humor y lo absurdo.

La literatura existencialista en la República Dominicana ha sido muy pobre; quizás, Lacay Polanco –en el olvido–, sea nuestro máximo representante. Incluso en Latinoamérica; Juan Carlos Onetti es de los pocos que sostiene la antorcha, aunque estrictamente lo que propone el escritor uruguayo es un pesimismo que se une al espacio y difumina el tiempo.

TRES VECES NIEGO MI NOMBRE es un libro de poesía en prosa del escritor dominicano Frank Martínez, fue publicado a mediados del año dos mil doce (2012), bajo el Sistema Nacional de Creación Literaria (SINACREA).

«Más peligroso todavía que el poema en verso» aduce Baudelaire, refiriéndose a lo enmarañado del poema en prosa: esa libertad– ¡Menuda palabrita! – de doble filo: muerte de muchos “poetas” sin pericia. En este caso Martínez danza sobre el trapecio sin errar en el libertinaje.

Los libros hablan, a veces hasta escupen; este poemario no es menos irreverente. El sujeto poético desde el título se desnuda; advierte que solo es (somos) remanente del espacio-tiempo, trazos de un “después”, postergación de un “antes”. En tanto, la influencia del absurdísmo Camusiano es notable en el aura poética que nos desvalija. El lenguaje viene a ser un potro al galope sobre el paramo egocéntrico de un insípido nombre. Algunos académicos, dicen, que la poesía no debe de ser filosófica, Frank Martínez no la abraza, más bien la profana, se burla de ella– ¿Por qué no burlarse?... Si la vida es absurda ¿Por qué no burlarse de lo que determina la absurdidad de esta? – entonces el poemario en su homogeneidad se convierte en el grito afónico de un eco, en un silencio que llora, ríe y golpea; como esa cuita existencial que se experimenta al leer a Dostoievski. Con un estilo serpentino Frank va atando cabos y moldeando con despojos, como en el poema Certeza:

Vivo conmigo para siempre, avanzo hacia ningún lado, recorriendo a grades zancadas ningún después que continúe.

(Pág.46)

Titulo muy sugerente; muestra la desidia como única certeza, pues la libertad viene a ser una eterna prisión en movimiento.

Otro de los poemas fundamentales es Tres veces niego mi nombre (Título del libro):

Disímiles nombres para usar de acuerdo a los libros que hemos leído y a las bifurcaciones del alma.

Un nombre que nos recuerde que solamente somos eso: un nombre que se agota en cada intento de ser nosotros mismos.

Fragmentos (Pág.17)

Si el otro título era sugerente este no se queda corto, al escucharlo, evocamos al apóstol Pedro negando múltiples veces a Jesús. El poeta propone la inutilidad del nombre, teniendo en cuenta que eso somos: un nombre, y por sustitución matemática: inútiles –adjetivo Frankmente deficiente–.

Los gallos no cantaran, vendrán a ser libros los que nos despierten en pos de la negación. Libros sinuosos para el alma.

Frank Martínez ofrece una de las mejores propuestas literarias de los últimos años en la República Dominicana. Demostrando que es un poeta sobrio, ebrio e inconforme, con una búsqueda artística perceptible, sólo para aquel que aproxima sus ojos a las ranuras que va ofreciendo. Aplaudo este poemario como un simple y cauto lector.

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