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A dónde volver de Andrea Cabel

Hacer poesía no se enseña en ninguna escuela. Debe el poeta aprenderlo en la tradición de su lengua, tampoco ninguna teoría puede hacerlo. El poema trasciende la teoría. El poema es un autócrata en cuanto a sentido, estructura y ritmo. Sucede que el poema encarna, consciente o inconscientemente (o las dos a la vez) ese misterio que sumerge la realidad dentro de múltiples perspectivas. En tal sentido, asumo lo que decía Lezama Lima: Leo y luego descifro. Descifrar quiere decir que nada en él es dado, que para extraer lo que nos está vedado a simple vista o en una simple lectura implica sortear un mar cargado de extrañas criaturas. Por eso, cada lectura es una novedad insólita que el poema restaura. Esa novedad nos libera del hábito de unos ojos domesticados: Incursión arqueológica de la videncia.

Tengo en mis manos los poemas reunidos titulado “A Dónde Volver” de Andrea Cabel (Lima, 1982). Es una poeta que tiene una voz muy peculiar, con audacia en la construcción del verso fascinante e inteligente. Con un lenguaje surrealista, pero existencial. Desde el título uno emprende un sendero de extravío y vaivenes que el lector asume como fragmentos de imágenes que establecen relaciones. Resalta una voz muy peculiar, a pesar de las influencias. Hay en Cabel una búsqueda subterránea de la existencia que sólo se hace visible, sino el absurdo, sí la presencia de la Nada. La nada aquí no es un lugar sino un estado que experimenta el ente cuando no concibe trascendencia en la existencia. Quizás por eso, a través de la visión atolondrada, ve un sendero. No un medio ambiente, sino una fuga o refugio interior de convulsa—conciencia. Las relaciones con la otredad (Retratos) no es descriptiva, más bien, exhaustivas con la ausencia. La visión juega un papel predominante: la ventana…

“Palpito tal vez en un cadáver. Me trago la verdad y soy apenas un sonido,

Me dijiste un día cuando mi rostro era una espina.

Entonces ampliaste tus brazos hacia el vacío

Y lanzaste tu cuerpo

tu caída larga como una habitación abandonada.

La velocidad cayendo contra la tristeza y la memoria,

perdiste tu nombre entonces,

y fuiste un puñado de cabellos, unas uñas, un aullido.”

(Pág. 11)

Desde el inicio estamos ante la presencia de la muerte. En este caso, referido al padre, pero no menciona la palabra muerte. Describe el efecto, la transición del sujeto en objeto, rastros de lo que sea convertido: “un puñado de cabellos, unas uñas, un aullido.”

En los poemas de Cabel hay varios epígrafes del poeta argentino Roberto Juarroz. No me extraña. Juarroz hurga desenredar esa relación de los objetos con su función para lograr una percepción que exalta un sentido paradójico de la existencia. Esto no le es ajeno. “A Dónde Volver” tiene preludios que, sin ser esencia, transmuta la existencia en un palpitar del dolor festonado en un ámbito inusual a la mirada del común de los mortales. Lo maravilloso es que estos poemas no están abordados por ninguna teoría sino por la experiencia donde los aspectos biográficos son trascendidos. Busca llevar al hombre y su lenguaje empujando sus límites. Su lenguaje es un sendero que, a pesar de la búsqueda, tiene por morada el poema mismo.

Andrea Cabel tiene versos largos como otros de arte menor y otros en prosas, todos están confeccionados con gran economía. En esta poesía reunida hay mucho por donde descifrar. Me he atenido a una perspectiva ya que no tengo espacio para plantearme otras. Sé que la buena poesía tiene múltiples tentáculos de aproximación.

Para terminar les dejos un puñado de versos de esta poetisa peruana:

´´un loco sentado en una rama,

un saxofón que perdona luminoso, como una santa pierna,

como un triunfo pálido entre el tigre y las bellotas.´¨

(Pág.61)

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