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Literatura

Juan Antonio Alix

LA FERIA DEL LIBRO DEBIERA SER DEDICADA A ESTE POETA EL PRÓXIMO AÑO.

Actuación. En su película "Lilís", Jimmy Sierra se convierte en el primer dominicano en llevar al cine a Juan Antonio Alix, encarnado por el actor Franklin Dominguez.

Actuación. En su película "Lilís", Jimmy Sierra se convierte en el primer dominicano en llevar al cine a Juan Antonio Alix, encarnado por el actor Franklin Dominguez.

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José Ramón LópezPuerto Plata

INTRODUCCION

En 2018 se celebrará el centenario del fallecimiento del gran poetA popular dominicano, autor de "Las Arandelas" y décimas famosas como "El negro tras la oreja", "El follón de Yamasá" y "Eso es paja pa la gaisa", entre otras. Esta valoración fue publicada en este mismo periódico el 15 de marzo de 1918, un mes después de su muerte, por el ilustre intelectual puerto plateño.

En Santiago de los Caballeros murió ha muchos días el más “criollo”de nuestros poetas. Casi podría decir, el más talentoso de nuestros poetas.

Porque todos los que entre nosotros escriben versos han tenido, más o menos, una educación especializadora en literatura.

Juan Antonio Alix, como le llamaban mientras no llegó a anciano octogenario, solo recibió la instrucción rudimentaria que dispensaban en su tiempo, y nunca tuvo afición a las lecturas con que otros se forman el estilo.

Cantaba como los ruiseñores del bosque, inspirado tan solo por la Naturaleza. Por eso fue que ninguno lo igualó -se le acercó siquiera- en arte dominicana, eminentemente criollo. Nada tenía de libresco. El asunto de sus décimas siempre fue un aspecto de la vida dominicana, alegrado al pasar a través de su temperamento picaresco.

Su espíritu, carente de educación artística, no era arquitecto que levantara hemosos y estudiados monumentos.

El arte suyo era el de los árboles, que crecen sin esfuerzo propio y, sin pensarlo ellos, revientan en flores y en frutos al contacto de los rayos del sol de Primavera.

Trascendencia No hay un solo poeta dominicano que no hiciera arte más estudiada que la de él. Todos le avantajaron en técnica; pero ninguno le igualó -se le acercó siquiera- en arte dominicana. Su espíritu era una pradera matizada de flores del país que nadie sembró adrede. Las aves, el viento, los insectos nacionales regaron inconscientemente la semilla que germinó en ese medio que le era propicio.

Juan Antonio Alix está solo, único como poeta criollo importante. Su criollismo no era unilateral, sino poliédrico. Los otros, buenos artistas criollistas, miraban un solo lado, el más insignificante, del criollismo. Lo hacían zoológico, botánico o geográfico. En mentando catarrones, mangos o algún río o cerro del país, ellos creían y sus lectores también, que habían creado poesía criolla. Olvidaban por completo poner en acción el alma dominicana, sus peculiares sentimientos, sus aciertos y sus errores, su manera, en fin, de conducirse en la vida.

El poeta santiaguero, aposta e intuitivamente, zambulló en la corriente de la vida dominicana, de la vida urbana y la rural, y trajo a la superficie, a puñados, las características de nuestras clases sociales, principalmente las humildes y las campesinas, y las barnizó con el regocijado humor que alegró toda su existencia, y así las ofreció al aplauso de su generación y las venideras.

Preservación de un legado La obra de Juan Antonio Alix será, en un próximo porvenir, mucho más apreciada que ahora. Tiempos son estos de renovación por evolución, y dentro de pocos años, mucho de lo que formaba parte del alma dominicana estará transformado. Entonces, los estudiosos, los reconstructores de las venerables épocas pasadas, los dilettanti de la tradición no tendrán mejores archivos consultantes que las décimas de Juan Antonio, en las cuales está oliendo a albahaca y a escobón, todo el folklore dominicano: cómo pensaban, cómo enamoraban, cómo y por qué peleaban nuestras clases pobres y nuestros campesinos, junto con los principales asuntos públicos referidos en la pintoresca habla popular del Cibao, que es el más lindo castellano arcaico que se encuentra ahora en el mundo.

Juan Antonio será la delicia de los folkloristas del porvenir, porque en su eminentemente voluminosa obra encontrarán, como en riquísima cantera, todo el material necesario para sus estudiosas construcciones.

Santiago, que es pueblo generoso que sabe cubrir con un yacimiento de amor por lo grande todos los estratos de la pasión, debería -probablemente lo hará- honrar la memoria del simpático bardo, con un monumento que lo recuerde a los ojos de sus supervivientes.

(+) DATOS BIOGRÁFICOS DE EL CANTOR DEL YAQUE Juan Antonio Alix nació en Moca, el 6 de septiembre de 1833, hijo de Félix Alix y María Magdalena Rodríguez. Es el poeta popular por excelencia y uno de nuestros más originales temperamentos literarios; un auténtico representante del pueblo, del que extrae su lenguaje y modalidades, con los que plasma en sus décimas una imagen verídica del dominicano de los tiempos de la Restauración.

Desde la adolescencia, a los diez y seis años, empezó a escribir las décimas inimitables que le dieron tan grande y popular renombre.

Cantó sin descanso, prefiriendo el lenguaje del campesino del Cibao para sus décimas. En su larga vida de ochenta y cinco años nadie lograría arrebatarle el cetro de la poesía popular dominicana.

Siño Juan Antonio, Papa Toño, como familiarmente le llamaban, publicaba sus composiciones en hojas sueltas que vendía personalmente en la Plaza del Mercado de Santiago, y circulaban regularmente por toda la República. Esos volantes, tan solicitados, era el dinero que Alix necesitaba para sobrevivir. Entre las placeras y los campesinos de Santiago era un ídolo, amado y festejado por todos. Ningún regalo mejor podía llevarse de retorno al bohío, que una de sus décimas que, al poco tiempo, era conocida y recitada en toda la región. Murió octogenario, pobre y ciego en Santiago de los Caballeros, el 15 de febrero de 1918.

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