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Exposición

Geo Ripley: 50 años no son nada

Mientras estaba de visita en casa de un amigo, Florencio Camilo observó desde un papel un dibujo. Este mostraba una mano muy expresiva quemándose en el fuego y titulada: ‘La impotencia de un obrero ante la fuerza bruta del ejército’. Esto lo dejó impactado.

-¿Quién hizo esa maravilla tan impresionante?, -pregunto a su amigo.- -Mi hijo George, respondió.

-¡Ah! Pero es un pintor.

Rondaba el año 64 cuando Geo Ripley plasmó en una hoja en blanco esta interesante muestra de arte.

Luego que Florencio visitara su hogar, hablo con Juan Espinola, un gran conocedor del arte, quien recomendó a su padre presentarlo al pintor emergente de aquella época, Guillo Pérez.

Cuando al artista le dijeron que le presentarían a un chico talentoso, preguntó con cierto aire de menosprecio: ¿Sabe de arte? ¿Es estudiado?, porque si no, no voy a perder mi tiempo con él.

Cuando Ripley conoció a Guillo Pérez, este le dijo que se fuera y pintara algo, cuando lo tuviera listo que regresara.

A pesar de haber durado tres meses estudiando en Bellas Artes, este joven aficionado no sabía aun trabajar la tela. Eso no impidió que realizara tremenda obra.

Fue hasta un taller de carpintería cerca de su casa, buscó unas tablas pequeñas, al llegar a casa encontró un pote de pintura utilizado por su madre para un mueble.

Y este fue primer recurso.

Una caja pequeña de óleo que había pertenecido a Tuto Báez fue su primera herramienta para crear su primera obra de arte. Madera, unas yardas de tela de algodón amarillo, dos pinceles finos y el sobrante de una pintura para muebles, fueron los recursos para que el artista plasmara su primer dibujo, “El Cristo de la sombras.” Cuando Guillo Pérez vio el arte de este joven de 17 años, quedó impactado y entendió que no perdería su tiempo adiestrándolo y enseñándole las técnicas que aun no manejaba.

Su estadía en Italia

Después de terminado el bachillerato y llevando a cuesta los conocimientos de Guillo Pérez, Ripley se inscribió en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) con la esperanza de llegar a ser como su maestro.

Para 1972 era uno de los primeros egresados de la Escuela de Arte de la UASD. Aquí iniciaba la trayectoria profesional de este talentoso joven.

Con trabajos independientes, aficionados y profesionales, adquirió una beca con la cual viajó hasta Italia para ampliar sus conocimientos en la Academia de Bellas Artes de Roma, donde cursó un postgrado en Historia del Arte antiguo Italiano.

Rodeado de un ambiente renacentista, arquitecturas únicas y de la mano del reconocido escultor italiano Umberto Mastroianni, Ripley estaba formando las bases de lo que corría por sus venas desde su adolescencia: el amor por las artes plásticas.

Sus compañeros de estudios eran sus principales opositores, sin embargo a él no le preocupaba esto. Al salir a caminar por las calles de Roma, todo era digno de inspiración. A su memoria llega el recuerdo de una tarde, mientras paseaba y vio un muro de concreto con un hoyo en uno de sus lados.

Inmediatamente buscó una flor y, con una cámara, su compañera, le hizo una primera foto la flor dentro de la abertura. Luego dejo caer la flor e hizo otra. La flor marchitada frente al muro de concreto mereció una nueva instantánea; el viento se llevó los pétalos viejos y solo dejó la estructura de cemento, esta fue la última foto.

Tomó todas sus imágenes y las colocó en secuencia, luego, las llevó hasta donde su maestro Mastroianni bajo el titulo: ‘Soy la flor que crece, cae, se seca y desaparece’.

Al ver la creación, el escultor solo pudo decir: “Ti amo, sei un artista, un poeta (Yo te amo, eres un artista, un poeta)”.

Al contar este recuerdo, solo expresa: “Esto era lo que yo hacía y el quedaba impresionado”.

El motivo de su inspiración

La palabra todo es suficiente para definir la musa de las pinturas de Ripley. Todo lo que pasa por su visión, es recodificado por su cerebro para una creación artística.

Lorena Tezana al escribir sobre él, expresa: “Geo Ripley no ha cesado de sorprender al público”.

Y su más reciente exposición, ‘Ad Majorem Dei Gloriam’ (Para mayor gloria de Dios), es una muestra de ello.

Aunque todo es digno de ins piración para él, sus obras tienen una marcada tendencia a lo religioso.

Es posible que debido a la ubicación de su cuarto de estudio mientras vivía en Italia, el pintor se impregnara de esta influencia, ya que se encontraba debajo de un convento y constantemente se relacionaba con sacerdotes. Su primera obra fue “El Cristo de la Sombras”, necesitaba un tema y este fue el que su mente le envió al momento de empezar a plasmar su óleo para enseñarlo a Guillo Pérez.

Su nueva exposición gira en base a la religiosidad. Temas como “Puerta del Perdón para la Catedral Primada de América”, de 1987; “El Cristo de la Rama de espinas”, de 1992; “Enterramiento Cristiano”, de 1994-1998; “El pan nuestro de cada día”, con algunas de las obras en retrospectiva que se pueden apreciar en el Centro Cultural Perelló donde se exhibe actualmente una muestra de Ripley como homenaje a su efeméride.

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