¡Vendo maní!

Manuel de Jesús (conocido como Manuelito por su madre y hermanos) se cansó de vender maní en la calle y dejó ese oficio para convertirse en vendedor de droga.

Y es que, queridos negritos, con tan solo 15 años nuestro protagonista ya no cree en el trabajo honesto y recompensado.

Desde que a su papá lo metieron preso en la Cárcel del 15 de Azua, por un crimen que no cometió, la vida de Manuelito se convirtió en un infierno.

Abandonó la escuela, porque no podía cooperar en su casa y estudiar al mismo tiempo. Él era el mayor de la familia y le correspondía buscar de comer a su madre inválida y a sus cuatro hermanitos.

Vendiendo maní dulce y salado no iba a pagar las deudas de la casa. Por eso cuando los tigueres del barrio le propusieron “asociarse a ellos” como vendedor de marihuana, crack y cocaína no lo dudó ni un segundo.

Todos los días salía Manuelito de su casa con una ponchera grande llena de maní. Era increíble, queridos negritos, como de un día para otro todos los muchachos lo paraban para comprarle “su mercancía”.

Y el dinero (¡consuelo de pobres!) empezó a llegar a la pobre casita de Manuelito. Primero hizo una compra de 3,000 pesos en el supermercado. Luego llevó a sus hermanitos a comprar ropa y zapatos. Después le llevó un gran ramo de rosas a su madre.

—Usted verá, mamá, como vamos a salir de la pobreza—, decía esperanzado Manuelito con el corazón lleno de sueños.

El progreso de nuestro héroe pronto se hizo muy evidente. Pero la alegría en casa del pobre dura poco y los demás traficantes del barrio decidieron acabar con la competencia.

Por eso lo delataron con la Policía y un buen día lo arrestaron con 191 gramos de marihuana. Nuestro Manuelito fue a parar a la misma cárcel que su papá.