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VIVENCIAS ¿QUÉ LEER?

A dónde volver

Detenerse en la poesía es hacer una pausa en el filo de las emociones. Es astillar las venas del corazón y sangrar por ellas. Cuando nos encontramos con títulos como “A dónde volver”, es como si nos presentáramos indefensos ante el inusual llamado aristotélico de la poiesis. La poeta peruana Andrea Cabel nos convoca con su paroxismo poético a enfrentarnos a su forma de hacer arte en la poesía.

Su poemario aborda una visión de la vida que desnuda los hilos de las relaciones humanas. Evidencia una rotunda filiación con los contrastes. Establece la comparación de formas con sensaciones, por lo que no sorprende que su recurso estilístico por excelencia sea la sinestesia. Con esta figura de pensamiento logra la constante conjugación de sentidos.

En cuanto a la temática, si tuviéramos que determinar una presencia que se mantiene latiendo a lo largo del libro, esa sería la herida. La herida percibida como símbolo y como fuente del dolor. Su función en términos estéticos es la de revelar las rupturas de los vínculos invisibles que sostienen el marco sensible de los textos.

Sin embargo, en el sótano de la poesía de Andrea Cabel, se oculta una subrepticia tarea de contar. Disimulada, a veces, pero no lo suficiente como para despistar al lector. No son simplemente historias contadas en cada texto: se trata de una macrohistoria que va presentando diferentes facetas de sí misma, dependiendo del plano sensible que trabaje en cada poema.

El ritmo del libro se construye a partir de la recreación de intervalos altisonantes. Unas veces el poema pega con intensidad de boxeador; otras, mantiene un armónico oleaje apacible pero contundente. Podemos dividir el poemario en los poemas de marea baja y los de marea alta. Los primeros casi siempre reflejan ese rasgo de la gran historia que tiene que ver con la herida como resultado del dolor; los segundos retratan la fisionomía de la meganarración oculta en la que se va asentando el vínculo.

“A dónde volver” es un libro de relaciones humanas. Por eso reproduce los puntos álgidos y bajos que la caracterizan. Las tensiones y relajamientos que las constituyen se van enhebrando en el poemario como un entramado que representa la vida, una curva de incesantes tinos y desatinos que desembocan en el leal reflejo de nuestra realidad.

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