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Animal sagrado o la ritualidad inmanente

Ante un poemario escrito por una poetiza tengo la aprehensión de estar frente a la ternura transfigurada. Y, ahora, frente a los poemas de Sally Rodríguez esa aprehensión me es evidente ante una búsqueda que se arraiga en el cuerpo. ¿De dónde más puede surgir esta ternura sino del cuerpo? ¿De dónde sino de la expresión que traduce el poema? Pero en Sally se plantea otro orden que no es sólo materialidad, más bien, quiere por la palabra resaltar su estatura vital en la inmanencia. Es notorio que los generadores semánticos de sus poemas sean antitéticos, por ejemplo, luz, sombra, corazón, árbol, viento, agua, tierra… Elementos de la naturaleza. Haré referencia al sentido de la luz. Búsqueda del espacio sagrado que habita en el interior del hombre. Revelador que Sally escriba lo siguiente:

“El hombre forma parte/ Del paisaje, pero como oscuridad.”

La luz posee varios sentidos figurados como felicidad, ciencia y vida. En ella su referencia vital. Si el cuerpo es sagrado lo es por su inherente luz. Vista como ciencia, ya tenemos su referencia en el mito de Prometeo. La luz como símbolo de felicidad. En Animal Sagrado, la luz es vida espiritualizada. Lo importante está en manifestar lo divino de la existencia. Su asiento fundamental, el cuerpo. En la tradición judeocristiana, el cuerpo es el templo del espíritu. En la poetiza, no existe tal transcendencia. Incluso, Dios está en dos o tres poemas como evocación admirativa. El cuerpo es sagrado porque de él emana luz, pero también oscuridad. El no es distinto del paisaje, por tanto, está sujeto a las transformaciones y cambios de la naturaleza. De ahí el papel importante de la sombra, de la oscuridad, de ahí la ambigüedad de su búsqueda.

Los elementos de la naturaleza se encarnan como polaridad y transformación de la contemplación interior. Observad este aspecto en estos versos:

“Me gozo de ser mujer, Infinita y abierta

Lluviosamente extiendo mis brazos/ Vertiginosos hacia la luz.”

(Oración, pág. 30)

La lluvia tras la luz. El agua puede apagar la luz que emite el fuego, pero este ir hacia la luz, no la física sino la espiritual, en este caso, no es permanente por la fluidez del río, que es el tiempo. Lluvia también significa vida, vendaval, fluir… Exaltación en una levedad que, en sí, no está en los cuerpos, sino en la contemplación. La vida en los cuerpos tiende a manifestarse como lluvia conjuntamente con la luz. Esta luz me parece íntima para llegar al culto estético que ronda en un espacio fantasmal (el humo). Definitivamente impermanente, a pesar de la oquedad. Por otro lado, la noche, lo intemporal, aparece desde un mundo romántico, y desde la insondable realidad ignota.

El paisaje es el escenario donde el cuerpo emite su luz. ¿De felicidad? No, sino como ebullición de la vida. La vida que no se contempla en la trascendencia. Entonces, Animal Sagrado significa que lo es por apego sin poder evadir el Hades.

Este libro está divido en tres sesiones que llevan por títulos: Luz de los Cuerpos, Diálogo sin Cuerpo y la Llama Insomne. Son poemas breves de metro arte menor, tiernos, musicales sin interrupciones ni saltos. La poetiza contempla, sueña y en su mirada se desenvuelve el drama de lo sagrado como exaltación inmanente y dionisíaco. La pasión es tratada con candidez transparente, sugerida, apacible. Sin embargo, hay una angustia muy sutil, muy de mujer, cuando digo de mujer me refiero a esa manera de tocar instintivamente.”La limpia sonoridad de estos versos crea un ámbito en el que prevalece la armonía que bien recoge el espíritu del título: música. Ámbito singular, que precede del interior de ella y se confabula con su interior: la naturaleza, paralela habitante de la vida.”

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