Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

XX poemas para ser leído en el tren urbano de Juan Manuel González

La poesía asume múltiples rostros desde la perspectiva del poeta. Cada uno es una isla que asume la lengua desde su óptica. La mirada se cierne ante el asombro del mundo. Cada quien recoge la hueste de sus ensueños. El poema es un palimpsesto del oscuro saber ignorado. A veces la encontramos en las raíces biográficas o en la cima de la luz que florece como un emblema. El poema colma nuestras angustias en la urdimbre de emociones al filo de una comprensión postrera.

XX Poemas para Ser Leídos en el Tren Urbano es un poemario raro que invita a hundirnos en las aguas de la infancia. No una de esa que desborda en candidez, sino otra que, vista a cierta distancia, niega la conocida. Un poemario alegre. Nada complicado al lector, aunque hay que montarse en el tren. Imagino que no va hacia un destino cualquiera sino al origen de los juegos; sin ellos tendríamos una infancia infeliz. El poeta no escribe poemas infantiles. Parte de la infancia para articular el poema que, a mi entender, hace rememorar maravillosamente. La única forma de allegarse es por medio del tren (espacio – tiempo). No hay en los poemas ninguna alegoría, sino el disfrute (una de sus particularidades) alejado de cualquier prejuicio moral. Lo que ocurre es y nada más. Florece en un destino inaccesible:

“…Si no transcurriera el tiempo

Sería aún el terror infantil

Cóncovas murmuraciones”.

(pág.74)

Estos versos son reveladores de lo dicho anteriormente. Si no transcurriera el tiempo, si no pasara ese tiempo en el que se es feliz y, a la vez, de terror por la manera en que se configura el mundo de los adultos. Para el niño adquiere dimensión de terror y, sobre todo, cóncavas murmuraciones, es decir, de ocultamiento ante la mirada adulta. Tres versos que resumen tantas complicidades. El juego siempre va en contra del descubrimiento. Por ejemplo, el juego del Papá y la Mamá que no es otra cosa que el descubrimiento, otrora, de la sexualidad sin la mancha del pecado que los adultos anexan. Por dónde empezar este juego? Por lo que ven los niños en casa. En la casa no se habla de la relación íntima de la pareja, pero ellos la intuyen y murmuran desde su mundo:

“___ cuando tus dedos me hurgan

Ad libitum

Por debajo del nilón

Se me agigantan

Se me esponjan

Se me abisman

cuando tu dedo índice…

cuando tu masculina mano

que nunca ha de construir una escuela

intuye el tacto

reguardado entre mis muslos

cuando tu líquida mano…

ad libidum

cuando tus múltiples dedos índice…

(pág. 77)

Imaginad cuántas sugerencias en tan pocos versos. Sobre todo el verso “que nunca ha de construir una escuela”. Obviamente, en la escuela está prohibido este juego que, a pesar de todo, forma parte de la vida adulta. Ironía y, por qué no, una burla de la transgresión. El infante no lo comprende desde esa óptica, pero la vive en su temprana exaltación vital. Sin embargo, no se pierde ese júbilo, no existe angustia existencial, sino el gozo del descubrimiento que, más tarde, experimentará con normalidad.

En estos 20 poemas están escritos con una conciencia técnica muy ajustada al tema. Versos, por lo general, de arte menor. En algunos se suspenden conectores y los artículos haciendo que el verso fluya como un tren como si hubiera prisa de salir. El transporte del tiempo nos espera. Es tan sólo una mirada a un mundo perdido y, sin embargo, embriagador.

Saludo este poemario con la holgura del infante y parsimonia del adulto hurgador. Celebro ese júbilo perdido en la ensoñación de la infancia agradecida.

Tags relacionados