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Resto de lumbre y despedida o la arqueología futura de Xavier Valcácel

La poesía invita a la desnudez que permite el ritual de despojarnos de lo que nos estorba para ir ligero al fondo de la existencia. La gran poesía avizora lo que pasa inadvertido. Detalles, migajas, vestigios que encierran el alejamiento de lo que somos o podemos lograr. Todo cambio trae sus efectos secundarios y, a veces, los efectos son peores que el mundo abandonado, por tanto, el concepto del Progreso ha dejado sus secuelas de efectos que agudizan la problemática existencial. Con ello no quiero decir que me oponga a los avances, pero me detengo en esos rastros secundarios que ponen en entre dicho la creencia jubilosa del progreso. Cuando hablamos de la sociedad ellos son más evidentes, a pesar de no darnos cuenta.

Restos de Lumbre y Despedida de Xavier Valcárcel ha tocado la diana de los efectos, sobre todo, en aquellos de lo que deseamos estar más orgullosos. Libro interesante en todos los aspectos, tanto por su estrategia “desordenada”, su estética y su crítica. Me siento complacido porque no es una de esa poesía llena de ripios y expresiones discordantes en busca del gato de cinco patas. Me gusta su economía del lenguaje que deja una estela de límpidos versos que van a su objetivo. Según el autor, el libro no tiene ni entra ni salida, están ahí como documentación de un tiempo determinado. El texto está dividido en grupos de poemas numerados y separados por una página en negro y aparecen, ya al final, imágenes de fósforos apagados y encendidos. Hay poemas en prosas que son meramente pancartas donde se yuxtaponen sucesos, autores, informaciones recientes y noticias hasta armar un bloque compacto de manera documental. También “poemas” que son números que, a mi modo de ver, representan estadísticas donde no somos entes de carne y hueso sino abstracciones, fragmentaciones y disponibilidades.

El Progreso se asocia a la luz. Prometeo trae consigo del Olimpo el fuego a los hombres, por ello fue condenado. Alteró el equilibrio al ofrecer al hombre una herramienta para su evolución. En la historia este conocimiento no ha liberado a los hombres. La abundancia, como excedente, se engulló al sujeto. Los avances, la tecnología, la producción han sustituido al individuo por la masa, por los mismos que se parecen a los objetos creados. El individuo no ha resuelto sus problemas íntimos, es decir, existenciales. Han sido desnaturalizados y envilecidos hasta el hastío. Xavier nos muestra ese disgusto que, en última instancia, es una despedida constante de sí mismo. Hermosa lucidez de lo presentido:

“Un día empezamos a ser

Desde la enumeración

Y nos fuimos, nosotros más nada

Sino ese talento

De contener el aire y decirnos

Ininterrumpidamente

Nota introductoria

Sólo, de boca

Sólo, con variaciones

Cadáveres

Escaseces

Negligencias

La datástrofe”*

(pág. 67)

¿Por qué he titulado arqueología del futuro? Porque se vislumbra que los restos se han anticipados, que estamos viviendo con ellos. Despojos de una sociedad consumista: objetos, rémora de tiempo, desperdicios. Biografía de los objetos, de las sustancias… Hay una crítica al nosotros que fundamenta toda utopía consumida como un fósforo. Queda la desolación de imágenes que fortalecen otra ilusión. El nosotros de la historia salió por la culata del fusil. En los poemas hay un registro de los desechos que, de una u otra forma, representan ese futuro predicho por la fascinación ilusoria.

La rutina ha hecho de mí

Aliento en el polvo.

(pág. 38)

El poeta alude a los síntomas futuros que estamos comenzando a vivir.

Este nosotros es la expresión del pasado. No hay un nosotros, se ha convertido en cifra y en noticias mientras el yo y el tú se han pulverizado en dos sentidos: hastío y enajenación. El nosotros son utopías en las que nadie cree. Por otro lado, la desolación del progreso no augura nada nuevo, peor aún, lo que estamos viviendo se agudizará de tal manera que quedará “la piedra seca” y la frontera de la muerte. La despedida no es otra que el adiós de la civilización. Posibilidad donde no existe el nosotros como motor de la historia.

*El poeta escribió datástrofe, palabra que no aparece en el diccionario. Aparece catástrofe. Imagino que la puso para insinuarnos la catástrofe del dato. Por lo demás, sería una posible fe de errata.

Visible el brillo quemado de esta altura,

El hambre, las cifras, la deuda

La desolación tras el consumo

Lo posible tras el mar

La piedra seca

La frontera.

De los jóvenes que he leído en estos últimos meses, Xavier Valcárcel tiene el presentimiento vital con mayor lucidez. Logra al hombre fragmentado.

La historia es oscura por ser trágica. El cerillo hace visible los restos del futuro en un mundo carente de utopías. El malestar nos puede conducir a la Nada, esa de la que hablaba Heidegger.

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