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”Al pie del frío incendio” de Jorge Frisancho

Ha llegado a mis manos este poemario de un joven poeta extranjero. Nacido en Madrid, pero con origen peruano. Sólo conozco este poemario aunque tiene publicado varios libros.

Me gusta la edición, es sencilla y a la vez hermosa. La hermosura adquiere una resonancia altiva en el objeto. A veces huimos de lo sencillo por confundirlo, pero ya ves, lo sencillo lleva consigo un arduo trabajo para lograr lo estético, sobre todo ahora que lo complicado goza de un prestigio presuroso.

Bien. En este libro las palabras juegan un papel referencial como realidad absoluta. Ellas conforman el mundo, sin embargo, hay un sentir que adversa la comunicación a pesar de estar comunicando. Es un interior sacudido por una sombra fútil y vacía.

El mundo no se construye con lo real sino por lo referencial que alcanza objetividad en la página en blanco. Las palabras son memorias como un recuerdo que constituye la visión de un mundo azotado por la soledad. Imaginemos que el poeta se propone construir una epistemología donde el objeto es posible por la evocación. Por el lenguaje. En otras palabras, lo que debo conocer sólo es posible por la memoria que las palabras traen consigo; el resultado está en el poema, pero el poema es una construcción interior, nada exterior es, sino aquello que digo podrá ser conocido. Una realidad de sombras. Las palabras son sombras de otra sombra soñada en la inmovilidad. Ellas son el reflejo y lo representado es, de por sí, un sonámbulo mundo nihilista.

Estamos ante un poeta subterráneo hurgando en un espejo donde el tiempo más precioso está distante. Ante él el futuro es ausencia porque el viaje (las aves) nunca ha de llegar a la ciudad de la promesa sino que retornará a ese interior de animal vacío. Las palabras son el espacio neutro de ver lo que pertenece ahora al recuerdo, ¨” en la otra banda de lo corporal “. Este espacio (Nocturno 1) es el espejo donde el poeta ejercita el canto contemplado en la quietud. Por el poema obtiene la cercanía del otro donde la escritura guarda su imposible mirada mutua, sin mayor emoción.

La quietud de sentarse a escribir. Las palabras nos conducen al silencio y a la nada pues todo tiene que recurrir a la memoria, pero para arribar al silencio hay que arriesgarse a nombrar y al hacerlo llega ante un muro que es la propia inutilidad: cobertura de una hueca interioridad llena de resonancia.

En el poema Círculo de Hueso nos dice: Equivocación animal (la equivocación de ser hombre). La de verse exclusivamente animal, por tanto, como un residuo de hueso. La salvación (palabra que no aparece en el libro) está en el lenguaje soñado que intenta anular el tiempo, imposible dentro de la temporalidad: delirio de la sombra en su vacío. Por el vacío positivo (Sunyata) no es posible. Las palabras no pueden acceder, por tanto, vacío negativo, nihilista. El vacío redentor nos viene por vía de la meditación. Opción impensable para el poeta.

La primera parte del libro es, para mí, la más densa y precisa. La segunda, se llena de ecos, de resonancia tautológica, de abundancia que cifran un mundo de ciega pasión en la demora del hundimiento. Es una epistemología que acusa conocer conociendo lo que el sueño anuncia: El frío incendio de la subjetividad arrobada por la equivocación: La Poesía.

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