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Politología

Los resentidos: Breve análisis

LOS MALESTARES Y LA SED VINDICATIVA IMPOTENTE, COMO NO TIENEN SALIDA AL EXTERIOR SE INFILTRAN EN LAS CAVIDADES PROFUNDAS DEL ALMA DEL RESENTIDO

José Gabriel García, dictador guatemalteco.

José Gabriel García, dictador guatemalteco.

El título de este ensayo nos luce apasionante. Lo es, porque conserva fresco el impacto que produjo en nosotros la lectura de Los Envidiosos de Francesco Alberoni. Estudio riguroso, profundo y surcador de esperanzas de conocimientos sobre un tema fascinante, pero complejo por sus implicaciones en la construcción de la subjetividad, en la ética social, en la vida religiosa, en la política y, específicamente, en el resentimiento. Y es así como las tesis de esta obra nos llevaron a transitar nuevamente los caminos recorridos por el mundo de las pasiones humanas.

Zona que exploramos intensamente en búsqueda de algún filón heurístico que nos proporcionara algunas pistas sobre el papel de las emociones en la construcción del resentimiento y del perfil del político.

En esta aventura incierta por espacios tan complejos, como son los sentimientos, tuvimos la necesidad de explorar los que presentan matices similares y los que tienen causas y manifestaciones diferentes; los que integran como los que desunen y destruyen; los proveedores de paz y los inquietantes; los egoístas y los generosos. Indagamos, igualmente, un aspecto tan problemático como es su trasmutación. Es decir, como el odio se transforma en rencor, el miedo en ira y el amor en celo. Observamos, no sin avidez, la fusión de algunos, el encadenamiento de otros. Pero también sus gradaciones como lo hizo Mira y López con el miedo.

El tema del resentimiento nos conquistó desde nuestra más temprana juventud. Tiempos en que sólo podíamos intuirlo, aunque sin comprenderlo. Momentos en que la mirada ingenua, pero entusiasta, se proyectaba hacia el objeto sin llegarlo a comprender. En fin, nuestra aproximación al problema se realizó en tres vertientes. Una expresiva de nuestro desconcierto al observar las formas de vida de personas complicadas y amargadas. La segunda nos la obsequiaron algunos personajes de la historia y la literatura. Y la tercera, provino de una lectura discriminante: la que sólo se enfoca en el tema investigado.

Definición El resentimiento está relacionado con el verbo resentir que proviene de dos vocablos del latín: del prefijo re, cuyo significado es repetición, y del verbo sentiré sinónimo de sentir. Podríamos significarlo como volver a sentir un sentimiento doloroso vivenciado en el pasado. Sobre este sentimiento se va instalando una actitud ante la vida que abarca formas específicas de actuar, sentir y de pensar. Es decir, va conformando una forma de vida, un vivir resentido.

Marina homologa resentir con debilitar. En este caso el verbo resentir es empleado de manera semejante a cuando decimos que una estructura se resiente ante el embate de una fuerza superior. Max Scheler, por su parte, al abordar este tópico, penetra con fina agudeza y no menos galanura, las capas más profunda de este mundo tan intrincado como fértil para el despeje de muchos enigmas sobre el psiquismo humano. Y es, exactamente, en este terreno donde Nietzsche, según Scheler, produjo uno de los descubrimientos más importantes de su época: el papel del resentimiento como fuente de los juicios morales de valor.

En efecto, Scheler concibe el resentimiento como “una autointoxicación psíquica...que surge al reprimir sistemáticamente la descarga de ciertas emociones y afectos”. Emociones que reprime por sentirse, como plantea Nietzsche, impotente para reaccionar verdaderamente. Esa impotencia real o sentida lo lleva a detener o aplazar su reacción natural contra el agresor al tiempo que construye una reposición de su dignidad ofendida a través de una venganza futura. Y es a partir de esa situación en que, según Nietzsche y Scheler, se da la propensión a la producción de “engaños valorativos y juicios de valor correspondientes” que nosotros preferimos denominar como racionalización de la reacción fallida ante la acción lacerante del otro. La carencia, entonces, de una verdadera reacción, es la que lleva, según Nietzsche, a denominar la impotencia como bondad y a la inferioridad temerosa como humildad.

Gestación Por lo visto, el resentimiento no es un sentimiento simple. No lo es, porque está estructurado por un haz de pasiones intensas, interconectadas, difíciles de diferenciar y manifestaciones comportamentales diversas, generalmente subterráneas. Esa situación tan particular ha dificultado su delimitación de manera precisa. Pero también es la que ha ofrecido algún sentido al hecho de que no haya resentimiento sin envidia y que el primero siempre aparezca, en sus inicios, como odio individualizado para luego devenir en odio generalizado. Lo más interesante de todo esto es que la reacción agresiva directa contra el o los agraviantes se difiere. Y es diferida con rencor -que funciona como la memoria del odio y antesala del resentimiento- porque quien la vivencia se ha sentido impotente para accionar ante un ofensor percibido como poderoso y, por consecuencia, imposible de derrotar “por el momento”.

Se siente impotente, pues, para devolver la agresión de manera inmediata, es decir, para responder el agravio del que real o imaginariamente se ha sentido víctima. De ahí, la génesis de su odio personalizado, el que sólo apunta hacia el causante de la injusticia. Odio nacido del agravio vivido como injusto por sentirse preterido, humillado o lastimado. Pero esto no es más que el punto de partida del proceso germinante del resentimiento, pues el odio individualizado acaba disociándose del ofensor al transmutarse en hostilidad social generalizada.

Esos malestares, esa sed vindicativa impotente, como no tienen salida al exterior tienden a infiltrarse en las cavidades más profunda de su alma. A partir de ese momento, el resentimiento comienza a tomar el comando de su vida. En otras palabras, a matizar su visión de la realidad, su valoración, la forma de sentirla y de conducirse ante ella. Bajo estas circunstancias el sujeto queda atrapado en las redes de la ambivalencia: con sed de venganza irrefrenable, pero percibiendo su situación como algo irremediable por sentirse miserablemente impotente. La vive como un drama fatal. Como algo inexorable y como rebelión subterránea conspirante contra todo lo que tenga alguna relación con el causante del trauma o agravios originarios o de los pequeños infortunios acumulados.

Manuel Estrada Cabrera: arquetipo de resentido Cuando decidimos seleccionar un arquetipo de resentido pudimos haber elegido a Tiberio, pues contábamos con el excelente trabajo de Marañón. Pensamos, igualmente, en Yago, personaje siniestro de Otelo, tragedia patética salida de la pluma del inmenso Shakespeare. También en Robespierre, Richard Nixon, en José Tomás Boves y hasta en Eva Perón. Todos tienen suficientes meritos para caracterizarlo, pero terminamos optando por Manuel Estrada Cabrera dictador guatemalteco del siglo pasado y fuente de inspiración de El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura de 1967.

Nos inclinamos por Estrada Cabrera, más por el retrato elocuente del dictador como ser humano presentado por Rafael Arévalo Martínez en ¡Ecce Pericles! que por la excelente obra de Asturias. La escogencia se justifica porque el texto de Arévalo nos permite penetrar detalladamente en el laberinto desgraciado de su vida, en la incidencia que éste tuvo en su afán de poder, en la manera en que lo ejerció y en la troquelación de su personalidad.

Si se nos permitiera suponer que la vida o alguna fuerza desconocida pudieran ensañarse, en algún momento, contra un mortal, nosotros no dudaríamos en señalar a Manuel Estrada Cabrera como uno de los elegidos. Vino al mundo como fruto de un amor “pecaminoso”, entre una pobre y desdichada indígena guatemalteca y un casi sacerdote quien no tuvo ningún reparo en negar su paternidad. La madre, Joaquina Cabrera, no se amilanó ante esta afrenta irresponsable. Dejo al recién nacido en la puerta de Pedro Estrada para que no cupiera ninguna duda de que ese era su padre. Esta acción logró su efecto, pues el religioso se sintió comprometido a ayudar a Joaquina en la manutención del expósito.

Este episodio representa únicamente el infortunio inicial de una niñez cargada de humillaciones y ultrajes. Luego le tocó vivir una cotidianidad con impotencia lastimosa: contemplar como su madre “se mataba” cocinando y vendiendo dulces y comidas a domicilio. Imaginemos, por un sólo instante, al pequeño Manuel, junto a sus hermanos, vendiendo esas golosinas por toda la ciudad mientras algunos niños del vecindario se burlaban de él con el mote de bolitero. Eso no es todo. Nos falta recordar dos episodios que, entre muchos otros, lo marcaron para siempre: cuando Manuel le pidió un gajo de lima a otro niño y éste, despreciativamente, le lanzó sus cáscaras diciéndole: “Para ti únicamente son buenas las cáscaras”. El otro suceso deplorable de su vida lo llenó de un rencor inagotable: cuando su madre fue acusada injustamente de robar unos cubiertos en la casa de los Aparicio por lo que fue a parar a la cárcel. Mas fue absuelta, pero esa afrenta quedó clavada en la memoria de su alma como signo de la injusticia social.

Si examinamos la historia de su vida vemos como el infortunio, las humillaciones y los agravios lo acompañaron durante un buen trecho de su existencia. Estos acontecimientos tan dolorosos lo avinagraron, lo hicieron resentido. La fuerza de esta pasión, más su inteligencia, empeño y disciplina, lo llevaron, sin embargo, a escalar las posiciones más cimeras en la vida social y política de su país. Pero a pesar de sus éxitos, Estrada Cabrera siguió siendo un resentido hasta el mismo momento en que la muerte tocó la puerta de su triste prisión domiciliaria.

Su sed de venganza, empero, contra los Aparicio y sus compueblanos nunca pudo saciarla completamente. Por eso los persiguió incansablemente: sentía que eran los culpables de todas sus desgracias. Cuenta Asturias que un día, presionado por la situación política, descargó con rabia un puñetazo sobre el nombre de Quezaltenango que aparecía en un mapa del país. Parecería que con esta acción el dictador golpeaba a todos sus pobladores.

(+) PERFIL DEL RESENTIDO La personalidad del resentido es un tema sensible a la controversia. Lo es, fundamentalmente, en cuanto al planteamiento de Marañón que visualiza a las personas generosas y a las resentidas como portadoras de una predisposición bioconstitucional.

El galeno español acude al asténico de Kretschmer para representar a los resentidos como “individuos... altos y flacos propensos a la vida interior y a esa frialdad afectiva que caracteriza a los esquizofrénicos”. Ubica a los generosos en los pícnicos a quienes califica como personas con mucha vida exterior y de “humor expandido”. Sostiene, además, que estos sujetos podrán ser amorales, malvados, incluso, pero nunca resentidos. En fin, de manera muy sintética, podríamos resumir algunas de sus ideas fundamentales: 1) La generosidad es lo contrario al resentimiento; 2) Los generosos son inmunes a los agravios que llevan a las personas con esta disposición al resentimiento; 3) Existe cierto parecido, decimos nosotros, entre el generoso -no resentido- y el magnánimo de Ortega y Gasset representado por Mirabeau; y 4) La generosidad es algo dado, viene con el nacimiento, lo mismo que la predisposición al resentimiento.

Aunque Marañón toma en cuenta el papel de lo social en la conformación del resentimiento -aspecto en que coincide con Scheler- sostiene, sin embargo, que esta variable sólo tiene incidencia cuando una persona presenta ciertas disposiciones dadas por nacimiento. Factor innecesario, según juzgamos, para determinar el fenómeno, puesto que, salvo casos excepcionales, -malformaciones congénitas- las contingencias sociales son las fundamentales para su surgimiento y desarrollo.

Con estos planteamientos no estamos negando que, por múltiples factores, existan personas más sensibles que otras para guardar ultrajes y algunas a las que todo les resbala. Esto último no implica que no coincidamos con Marañón cuando postula que el resentido no tiene cura. Eso no lo discutimos. Lo que ponemos en duda es que esto ocurra porque, por su naturaleza, éste no puede ser generoso. Tenemos otras ideas, pensamos diferente. Creemos que el resentimiento crea una forma de vida. Por eso, quien vive envuelto en esta pasión actúa buscando motivos -la bofetada decía Adler- para resentirse más.

Es difícil establecer un perfil absoluto del resentido, ya que, entre unos y otros existen algunas diferencias. Lo que sí podemos hacer es presentar sus rasgos más comunes. Y es en este sentido que nos atrevemos a sostener que los resentidos son personas: a) Carentes de generosidad; b) Con odio acumulado; c) Rencorosas; d) Amargadas; e) Extremadamente susceptibles; f) Envidiosas; g) Que se sienten injustamente tratadas por la vida; h) Hipócritas; i)) Antipáticas; j) Difíciles de tratar; k) Con sed vindicativa; l) Y exageradamente críticas.

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