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Libro de la enfermedad de Mateo Díaz Choza

Ortega y Gasset escribió que la cortesía del filósofo es la claridad. Ser claro no significa que se carezca de profundidad o de profusa conceptualidad. Quizás no sea así para la poesía, pero esta cortesía es permanente para cualquier discurso. Hoy, sobre todo en jóvenes, ser confuso y hermético es algo que tiene aura de complicada admiración. La diafanidad posee ese atributo de orden sin importar los recursos usados. Digo esto con regocijo porque estoy frente a un poemario claro y excelente, de escueta expresión y bello resplandor. El Libro de la Enfermedad de Mateo Díaz Choza. Poeta peruano nacido en 1989. Este libro fue galardonado con el primer lugar del Concurso de Poesía Juegos Florales de Barranco en el 2013.

El Libro de la Enfermedad está dividido en cuatro secciones y cada una se enlaza con la otra desde diferentes perspectivas con un objetivo esencial. El fluir de los poemas trata de la muerte como destino de la enfermedad y el escepticismo con respecto a la vida. La existencia es ya enfermedad antes de ser manifiesta.

En la sección primera el lector se ve ante un paisaje desolador. El ser es producto del despojo, y si ponemos atención a los epígrafes se concluye que la luz, rastro de la vida, está carcomida desde su entraña. No se percibe un refrigerio, sus atributos desembocan en la muerte. Mientras leo me siento caminar uno de esos lienzos grises de Rufino Tamayo. ¿Quién puede explicar la vida sin hollar en la muerte? No hay un yo que describa, discierne o juzgue, sino que está dirigido a la segunda persona. La vida es una agénesis, una expansión engullida por la muerte. Interesante observar que el espejo no refleja nada que sea digno de ichinen. Lo reflejado no puede conocerlo el simio por medio de sus cuencas vacías. Hay un indolente sopor de inmóvil muladar. Toda presencia se encarna ignota. ¿Qué podemos conocer? ¿Estaremos ante una epistemología del hundimiento? Obviamente, el fenomenólogo debe de ser un fantasma. La enfermedad es antes del logo. Una enfermedad metafísica, absoluta antes y después de este despertar hiperbóreo.

¿Cuál la luz, cual la sombra?

La segunda sección hablan diferentes personajes bíblicos en virtud de su escepticismo y desolación. Como en el monólogo de Saúl. Este se pregunta sobre su vida cuando, ciertamente, ha sido desechado por la desobediencia (Recordad que el pecado es muerte.). ¿No es eso lo que le espera antes de la consumación? También refleja su desconfianza con respecto a David que le sustituirá en el reino. Es revelado los últimos versos de este poema:

¿Quién eres que si callas

En piedra y polvo truecas la floresta,

Hiel el vino, cadalso la alborada,

Ahora que mi dios me ha abandonado?

(Pág. 23)

Fijémonos que dios está escrito en minúscula. Ello expresa ya su falta de fe. En el de Jeremías éste monologa sobre su situación y uno siente que hay duda con respecto a una posible salvación fuera del mundo:

¿Pues si, Señor, el hombre, tu reverso,

No puede por más tiempo contemplar

Tú llama que el gusano o la serpiente,

Cómo poder imaginarte,

Si entre el fango vivimos, cómo erigir

Más alta torre que tú

Edificaste, cómo del milagro

Seguir los pasos en sentido inverso

Y desde nuestro barro hacer brotar la luz?

(Pág. 26,27)

En este mundo enfermo imaginar salud es ya un dislate. Se reitera la duda ante la Palabra, el Logo de donde devino la creación. ¿Cómo hacer brotar la creación desde el barro? Si, eso somos.

Este poemario es interesante en su sentido y forma. No puedo extenderme en este espacio como quisiera. La en la tercera sección el poeta pone su mira en el mundo pagano, en este caso, el mundo griego en Elogio los Caminantes. El camino siempre concluye con desesperanza, pues no hay una senda que lleve a la trascendencia. Por igual la cuarta sección que inicia el poema Transfiguración o el de Caravaggio. En objetivo es el mismo: La anunciación de una angustia mortal.

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