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El camino onírico de Amable Mejía en “Novo Mundo, Himnos”

Acaba de publicar Novo Mundo, Himnos, el poeta Amable Mejía. Toda publicación es ya una fiesta, aunque que sea para la mayoría de la minoría, como decía Juan Ramón Jimenes. No siempre es así. Una estela de silencio acontece en el panorama nacional, salvos algunos que tienen el privilegio de los ecos. Y se habla de crítica. La crítica del silencio. De todo modo aprovecho la oportunidad para hablar de este nuevo libro de Amable Mejía.

El poeta lleva varias publicaciones, entre novela y poesía. Pero quienes lo conocen saben que tiene una gran cantidad de poesía inédita. Es decir, no es un poeta de ocasión o turístico, sino uno de oficio con una voz muy singular.

NOVO MUNDO es un extenso poema que nos habla de un nuevo mundo inalcanzable para el mortal, aunque presentido. Obviamente, uno que no tiene a Dios como principio creador, sino, como los presocráticos, tiene su origen en elementos naturales (agua, fuego…) para, de esa manera, ser sentido por el hombre (sombra) en la carne. Este mundo preexiste en el interior de éste. Su origen es la luz (Extranjera). Ahora bien, ¿quién realmente puede percibirlo? Los poetas, los místicos y los chamanes del éxtasis. Es un mundo paralelo, que viene de muy lejos. Hablar significa creación, sin embargo, no revelado por un saber, sino por un palpar lo inasible, existente, aunque podría enunciarse por una nada sostenida por la luz abierta a los sentidos soñados.

El poeta parte de una paradoja inusitada: Este Novo Mundo es tan viejo que se refleja (símbolos) en los elementos de la naturaleza desde una plataforma ajena al discurrir que, para convertirse en señal, tiene que descifrarse. Por ejemplo, la Extranjera puede reflejarse en el agua. ¿Qué agua? El agua del rapto, del sueño, del desalojo racional.

Desde el primer verso el poeta nos advierte:

“Ahora, desde lo sentidos hecho carne, henchido, un Novo Mundo…”

Por la carne (no el hombre racional) el Novo Mundo puede ser sentido. Este ahora es un tiempo petrificado por el vendaval instintivo, no por ello más real que el mundo conocido.

El poeta habla a través de una voz impersonal.

“Nada hay en el cielo a no ser la luz.”

El principio era la luz. El lector va creando, como un arquitecto o demiurgo, al usar el poeta la segunda persona del singular. Y es quien oye y al enunciarlo este ente silencioso, predecesor, es el lado oscuro y claro. Desde lo oscuro (el sueño) se atisba el claro. Que es divino, y el otro aspecto es la ambición adonde “nunca irás”.

La geometría consiste en la memoria que nadie conoce en el sentido de cómo sabemos. Saber es como si no fuera. El poeta nos habla desde el oráculo. Hay que descifrar aquello que, por no ser, es. Esto se puede sentir para comprender el “el mapamundi alquímico”. El hombre común no puede acceder por siempre:

“no se cansa de sus quejas, diálogos, monólogos y soliloquios de la sombra, de la gran casa que es su sombra.”

Las quejas son productos del mundo de lo imperfecto:

“ahora escucharás a quien no eres, al que nunca serás”

Nos sugiere que el lector escuchará lo divino, no personificado, por tanto, cosa que nunca seremos porque somos lo que trae el agua: El tiempo. ¿Hay una visión búdica? A lo mejor, habla desde la inmanencia en busca de una trascendencia que se cumple con el perfeccionamiento por vía de la reencarnación. “Despertando en sucesivas reencarnaciones”. Un recordarse por la contemplación natural. El mundo es en tanto sombra. La luz es la poseedora del místico Novo Mundo.

La Extranjera se manifiesta en el mundo de la sombra y, en sí, reverbera armónica en el agua de la eterna juventud. El hombre es la expresión microcósmica imperfecta del macrocosmo. Él regresa para que el pájaro se transfigure en el sueño. Travesía circular. El poema se reencuentra con su paralelo del cual salió. La única forma, soñarlo; enunciarlo sin que realmente sepamos en el sentido ordinario. La vislumbre es posible por el método onírico. El Novo mundo es nuevo porque es ignorado por la sombra.

HIMNOS también es un poema de alabanza a la fecundidad y el amor contemplado donde el sentimiento del poeta no interviene. El amor está expresado metafóricamente por el llover (la sexualidad):

“Llover son dos amante que se besan.”

Desde la atracción inicial (el beso) es agua. El fruto (el hijo) en su formación se da en el agua. El agua es júbilo. El sentimiento es agua siendo la luna el fuego del amor. La noche su habitáculo. Por el agua el gozo, aunque deja entre ver también desilusión.

El erotismo aquí es una alabanza del instinto, de la eternidad instantánea. La contemplación es indirecta y Eros está fuera de la historia, es tan sólo un suceso natural de la perpetuación humana.

Poema de menor intensidad que el anterior. Estamos ante amantes de los cuales nada sabemos de su interioridad, tan sólo gestos y suposiciones primaverales.

Este libro tiene un ritmo de cortes expresivos que engaña ante una lectura ligera. No es un ritmo de fascinación restallante, si no que se va desenvolviendo en su propio oleaje. Amable no da una poesía que no es ni conceptual, sino existencial, danzante y mística.

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