LITERATURA

La biografía como género literario

EL AUTOR ES DOCTOR EN LETRAS E INVESTIGADOR TITULAR DEL INSTITUTO DE LITERATURA Y LINGUÍSTICA DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS DE CUBA

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Virgilio López LemusLa Habana

La biografía, tiene el don del ensayo, el trasfondo narrativo de la novela, el flujo del drama y la gracia lírica de la mejor poesía escrita. Con estos elementos, una biografía se convierte en un hecho literario de relieve, a la par que de relieve sea la figura que en ella se exalta. No basta acumular datos y ser tan exacto como el precio de las papas, tan precisos como una balanza que da el fiel en kilogramos de la mercancía en oferta. Una biografía no debe ser un recuento factual, sin gracia y seso, del día-a-día del biografiado. Incluso no debe convertirse en un diario, ni enredarse en excesos descriptivos, ni detenerse en una estricta valoración sociopolítica o sociocultural del medio en que la personalidad se desenvuelve, ni pasar a psicoanalizarla, ni emborronar páginas y páginas sobre los sucesos eróticos circunstanciales de alguien que no se distinguió sino como héroe o como poeta, que es otra manera de ser héroe en el mundo contemporáneo. A veces son simpáticas aquellas biografías de corte frívolo que se detienen en cuantas esposas o amantes tuvieron Napoleón, Bolívar, José Martí o más recientemente Fidel Castro. Hay supuestas biografías que quieren sacar partido al morbo, a lo “secreto”, a aquello que la personalidad viva cuidó con más celo: su intimidad. El biógrafo que va en busca del escándalo, quiere dinero para su cuenta bancaria. El arte de biografiar, como toda arte, se va más allá de cualquier intento espúreo, de toda narración de vértigo. Se le puede sacar partido al escándalo en nuestras sociedades acostumbradas a todo tipo de affaires, sobre todo políticos, de corrupción o de sexo, a las revistas “del corazón” (ese que tiene razones que la razón no conoce”), y a los enredos periodísticos que hacen cortar la respiración cada mañana cuando leemos en la prensa amarilla los asesinatos del día. Pero no podrán engañarnos con cuentos de hadas sin hadas, de brujas de pacotilla, que en el fondo no son en verdad biografías, sino denotaciones contra alguien, las interesadas a favor de terceros o simples sartas de cotilleos, chismes, enredos e intrascendencias que no pueden robar el espacio a la verdadera obra de arte de la palabra que es una legítima biografía. Definiciones¿Qué es, pues, una biografía? Las definiciones de diccionarios y enciclopedias se quedan cortas si no ofrecen el relieve del valor testimonial, y a la par estilístico, artístico, que la obra de referencia ofrezca. Una buena biografía debe vivir tanto como la memoria social de su biografiado. En ocasiones ella es obra de recuperación, de justicia histórica, de rescate necesario de alguien a quien el tiempo feroz y disgregante había sometido a un injusto olvido. Y la buena biografía no teme a la subjetividad, porque toda vida humana es también, amén que una serie de sucesos objetivos, una secuencia de subjetividades, como decían de manera sutilmente diferente José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno, somos: el que creemos ser, el que creen que somos y el que somos en realidad. Una gran biografía debería agrupar en una sola descripción de personalidad, esos tres seres básicos que solemos ser en la vida. Y no por tejerse con hilos psicológicos se logra en una sola obra alcanzar el significado último de una existencia. Sin embargo, quizás sea ese el propósito mayor de toda biografía seria, creíble y con derecho a la sobrevivencia. Algunos poetas han dicho que ellos no son sus actos, sino que su obra es su verdadera y legítima vida. José Lezama Lima apenas tiene biografía personal más allá de su propia escritura, de sus libros, de su “errancia estática”, moviendo información y aventándola, trabajando subjetivamente la objetividad del dato histórico, de la frase magistral o de obra maestra. Podía muy bien decir Lezama Lima que “yo no soy más que mis obras”. Y en todo caso, ya es bastante con Paradiso para conocerle como artista. De todos modos, la expresión podría quedar ambigua: ¿de cuáles obras se habla? Sobre todo porque Lezama era un hombre católico y habría leído aquel pasaje novotestamentario en que Cristo decía que “por sus obras los conoceréis”. Variantes de escrituraEl término biografía, definitivamente, sirve para señalar un género, pero dentro de él hay tantas variantes de escritura, a semejanza de cómo ocurre con la poesía. Debe distinguirse entre las de intereses histórico, político, de estudio crítico literario o artístico a modo de ensayo, de corte científico profusamente documentadas, de extrema subjetividad novelada, de un instante de vida, de los hitos que resaltaron esa existencia humana, de todos los detalles desde el nacimiento hasta la muerte, las que hacen hincapié más en las obras que en los hechos vitales del biografiado, aquéllas que se detienen sólo a testimoniar el suceso, la circunstancia, la época u otros avatares y el biografiado resulta sólo un pretexto de escritura, las que se basan o estructuran en forma de diarios o de secuencias de cartas (biografía epistolar), las que sólo dan fe de que alguien ha existido y terminan siendo una historia de vida, aquéllas que en el fondo son memorias o autobiografías con diversos enfoques, porque la autobiografía, como ya anotamos al principio, es una modalidad genérica particular, suele ser muy frecuente y la escribe el propio interesado, la dicta u ofrece los datos básicos a la manera de coautor, cuando no deja que la redacte completamente otro y el biografiado acude entonces al papel de censor, revisor, o a ofrecer su veto o su visto bueno. Una biografía propiamente dicha usa todas las posibles fuentes: historias de vida, testimonios, autobiografías, memorias, diarios, cartas, relatos de interés periodístico... y terminará siendo un texto de corte integral que aspira a ser reflejo del biografiado, ya sea sobre toda su vida o sobre los segmentos temporales más importantes de ella. La equidistancia entre objetividad y subjetividad puede quebrarse a favor de la segunda, cuando la biografía intenta adoptar el teno de una novela. De cualquier manela, toda biografía es una versión, una lectura de una vida, por lo que cada profesional cabe armar muchas y hasta muy diferentes y a veces contradictorias biografías. ValoresSi Harold Bloom nos ha hablado de “la mala lectura”, referido a la crítica literaria, quizás toda biografía sea eso: una mala lectura, una interpretación de una vida que, al apartarse inevitablemente de lo estrictamente factural, al valorar o narrar con énfasis, al exaltar o denostar, se desvía la atención o se falsea de alguna manera la más legítima realidad de la personalidad biografiada, que puede quedarnos en una saga idealizada para su bien o para su mal. Una biografía, por muy verídica que sea, no escapa al destino de la subjetividad del biógrafo, a la etapa histórica en que interprete el ayer. El matiz elegíaco que entraña una obra de esta naturaleza, contribuye a la subjetividad que luego se ha de reforzar en manos del receptor, quien a su vez, hará una mala lectura de una mala lectura. ¿Es ese el destino final de toda biografía? Su propio valor de literaturidad, la gala lexical que emplee el biógrafo y su garra de escritor pueden contribuir a esa subjetivización. Una biografía resulta, en última instancia también una obra literaria, y ha de sufrir los avatez propios de las divisiones genéricas y de la escritura como ejercicio de arte de la palabra. (+)BIOGRAFIAR NOVELAS STEFAN ZWEIG Biografiar es narrar y, de cierto modo también es novelar, y de he hecho, hay hermosas y valiosas biografías noveladas como las de Stefan Zweig sobre Fouché, la decapitada reina María Antonieta, o Magallanes. Sin embargo, la biografía se diferencia de la novela, de toda ficción, en que una biografía debe apelar a la realidad -real de una vida vivida objetivamente, y por tanto el hecho de biografiar nos enfrenta a un acto de escritura “no ficcional”. Debe diferenciarse, por ejemplo, de la “Aurelia”, de Nerval, del “Werther”, de Goethe, o del “Demian” de Hermann Hesse, por solo aproximarnos a ficciones que se disputarían valores semibiográficos. Tampoco sería una biografía lo que podemos entender por “novela sin ficción” como aquella “A sangre fría” de Truman Capote, tan diferente de cualquier biografía de santo, político, poeta, artista o deportista en sus momentos vitales sumamente exitosos.

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