Dos épocas, una misma visión

LA SIMILITUD DE LA OPINIÓN DEL LISTÍN DIARIO SOBRE UN TÓPICO SOCIAL PREOCUPANTE TRAS UNA DÉCADA.

Si la prensa escrita tiene el poder de influir de manera positiva en la sociedad, cambiar actitudes, poner el ojo en un hecho y mover a que los tomadores de decisiones actúen, es a través de sus editoriales. Este género periodístico que valora y juzga un hecho noticioso de especial importancia ha sido el vehículo que ha acercado las páginas del Listín al mismo corazón del pueblo.

Las luchas, alegrías, problemas, tristezas, altas y bajas de los dominicanos definitivamente se han vivido con el Listín.

Una problemática de ayer y hoy Dos periodistas, dos directores, dos generaciones, dos sentidos de liderazgo distintos enfocaron un mismo tema (la necesidad del control de armas) con una década de por medio, sin dejar de plasmar el mismo sentir: el bienestar de la ciudadanía.

<span style="font-size:12px">E</span>

El mayor peligro Al igual que en varios otros países, las armas de fuego en manos de la población civil, constituyeron en la República Dominicana el mayor peligro para la vida humana y la seguridad social.

Asaltantes y atracadores realizan sus faenas provistos de armas de fuego, aterrorizando muchas veces sus víctimas o dándoles muerte si oponen resistencia.

Una disputa que antes hubiera terminado a puñetazos, ahora termina con muertes a balazos. Un episodio de celos entre esposos o amantes suele terminar a balazos.

Si se quiere detener a una persona que huye, “un disparo al aire” suele ser mortífero. Vemos que soldados rasos o cabos envueltos en disputas con civiles, matan a éstos con armas que no tienen derecho a portar.

El hombre cuyo amante no le permite entrar a su casa, comienza a hacer disparos, aterrorizando el vecindario.

II

En Estados Unidos, donde la tenencia de armas es un derecho constitucional, hay ahora una Ley que establece plazos y requisitos para la adquisición de armas.

Un dominicano, Fernando Mateo, se ha hecho famoso en Estados Unidos por proponer un programa de cambio de armas por juguetes, con enorme éxito y resonancia.

En Venezuela se ha aplicado el modelo, esta vez dando cupones de alimentos a los que entreguen sus armas.

En la República Dominicana, unos con licencia, otros “autorizados”, otros ilegalmente, existe una gran cantidad de armas en poder de civiles.

Armas exhibidas y manejadas en forma irresponsable, y en otros casos instrumento del crimen.

Esa abundancia de armas en manos de criminales o legalmente en manos de fanfarrones, jactanciosos e irresponsables, es el problema social más dramático que afrenta la República Dominicana.

Porque cada día destruye más vidas.

<span style="font-size:12px">EDITORIAL DE DON MIGUEL FRANJUL</span>

El desarme, una prioridad La delincuencia está instalada ya en nuestra sociedad y hay que enfrentarla en dos fases, una inmediata y otra a más largo plazo.

Para ambos escenarios hay una medida que se cae de la mata: el desarme de la población.

Y de eso es de lo que hemos estado hablando. Por el contrario, el armamentismo ha aumentado porque no hay campaña de desarme, sino de legalización del porte y tenencia de armas.

Estamos en un círculo vicioso: no se quiere desarmar a los que andan armados para no desprotegerlos de los delincuentes, pero ahí hay un factor clave potencial de la criminalidad.

Mientras más dominicanos portan armas, éstas se convertirán en un recurso de más fácil e instintivo uso ante una atmósfera cargada de peligros y amenazas.

Hay un segmento muy amplio con armas ilegales en su poder. Son los de los pandilleros y narcotraficantes barriales. Enfrentarlos y neutralizarlos es una acción que debe combinar su desarme total con su sometimiento a la justicia.

Eso es ahora.

La otra medida crucial, que nadie se atreve a tomar porque en todo esto va implícito un asunto de recaudación, es la del desarme total de los ciudadanos civiles, tengan la condición que tengan.

Como la delincuencia o la criminalidad tienen sus causas muy bien diagnosticadas en el país, es obvio que el atacar las causas fundamentales toma tiempo. Y en ese tiempo, la delincuencia puede incrementarse si, parejo con una estrategia para enfrentarla, no se siente la destreza y la firmeza de las autoridades para someter a todos los ciudadanos al cumplimiento de las leyes.

Es un problema complejo el nuestro, porque los que representan esa autoridad, en cierta medida, han perdido respeto y credibilidad.

Corregir ese problema de conducta y de imagen también es necesario, pero toma tiempo.

En el día a día, mientras más dominicanos caen injustamente o sufren la virulencia de un atraco o la humillación y el dolor de cualquier otra agresión, lo que la sociedad desea es una respuesta más contundente de la policía, un patrullaje mayor y sostenido, y un incremento de las operaciones de desarme.

Que el desarme se convierta, ahora, en una prioridad fundamental para ir desactivando los potenciales factores que nos han sumido en una delincuencia que ya se ha tornado endémica en la sociedad.

Este cáncer hay que extirparlo. Y si fuera preciso, sin anestesia, o, de lo contrario, se morirá el país de inanición y de miedo por culpa de unos pocos.

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