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DOS MINUTOS

Miseri - Cordia

En el evangelio de hoy aparece saliendo de su tierra, internándose en la región de Tiro y Sidón y allí se encuentra con una mujer con una gran miseria.

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Luis García DubusSanto Domingo

“Señor, el domingo pasado vi yo a un tipo que, bueno... yo no sé ni cómo se atreve a entrar en tu casa. No es más que un hombre a quien lo que le gusta es tener dinero, demasiado dinero en medio de gente pasando hambre, y para lo que lo usa es para darse el mayor gusto que pueda y para darse importancia y mandar a cualquier grupo en que se mete.”

“¿Qué hace ese hombre ahí haciéndose el bueno? Y lo peor es que después se metió en la fila y comulgó. ¿Qué te parece?”

“Lo que pasa es que Yo morí por él - me respondió el Señor.

“¡Cómo!” “¿Fue por éste que te mataron? ¿Él fue el culpable?” - pregunté yo sorprendidísimo. Espérate Luis, entiéndeme bien, cuando Yo digo que morí por él, quiero decir que voluntariamente, morí en vez de él. Que él iba a morir por todos los disparates que hace y yo ofrecí mi pasión y muerte para que él pudiera tener vida, la vida que yo ofrezco, esa que no termina.

Por eso, si él se arrepiente y me busca, yo lo perdonaré. Eso es lo que quise decir con que “no he venido a condenar al mundo, sino para que el mundo, por mí, se salve” (Juan 3, 16)

Y tú deberías hacer lo mismo, ya que también por ti morí también a ti te perdoné, y por eso eres mi discípulo.

“¿Qué debo hacer?” - pregunté lleno de vergüenza y con deseos de ayudar - “Oriéntame Señor” “Lee despacio el evangelio, cállate en vez de hablar tanto, y poco a poco allí, en silencio, te diré lo que debes hacer, porque te quiero, Luis, te amo”.

En el evangelio de hoy aparece saliendo de su tierra internándose en la región de Tiro y Sidón (ahora Líbano) y allí se encuentra con una mujer con una miseria muy grande: su hija está muy mal y ella no puede hacer nada.

Quizás no haya ejemplo más grande de miseria que el de una madre con su hija en una terrible situación sin poder hacer nada para liberarla.

“Socórreme Señor” - le dijo postrada a sus pies. Y no le importó ser comparada con los perros porque era extranjera.

El Señor se conmovió y actuó según su naturaleza, tuvo COMPASI”N de ella y le curó la hija.

La gente se fija en la fe de la mujer. Quiero resaltar, sin embargo, la compasión del Señor que fue siempre la razón del milagro: su infinita misericordia. Que significa “corazón sensible a la miseria (miseri - cordia).

Nosotros los discípulos del Maestro debemos crecer en misericordia y compasión para revelar al mundo quién y cómo es su corazón.

“No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan a aprender lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”. No vine a llamar a justos, sino a pecadores. (Mateo 9, 12)

“Tengan misericordia con todos, pero sobre todo con ustedes mismos”, San Francisco de Sales.

“Porque quiero amor, no sacrificios; conocimiento de Dios, no holocaustos”.

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