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REFLEXIÓN

Cristo es la luz del mundo

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Dennis Simó AlvarezSanto Domingo

Si queremos ver por dónde caminamos en nuestras vidas, debemos acercarnos a la luz.

Jesús es la luz del mundo. Cuando nos alejamos de Él, estamos en la oscuridad, ciegos. Para mantenernos en la luz debemos buscar a Cristo en oración y así no solo nos mantendremos en su camino, sino que también contaremos con las fuerzas necesarias para enfrentar los ataques del enemigo que busca constantemente de desviarnos.

Nosotros también podemos sufrir con frecuencia de esa ceguera a la que se refiere el evangelio. Esto sucede cuando no percibimos los milagros que a diario ocurren con nuestro matrimonio, nuestros hijos, nuestra familia y nuestro trabajo.

En ocasiones permitimos que las cosas del mundo ocupen una parte importante de nuestros pensamientos y que la soberbia nos lleve a pensar que podemos, por nosotros mismos, solucionar las cosas. Es en estos momentos que padecemos ceguera espiritual.

Por eso debemos estar atentos a los signos de Dios, manteniendo la gracia para poder verlos. Hace siete años llegué a mi cursillo de cristiandad, en la bendita Casa San Pablo, como el ciego de nacimiento. Entendía, entonces, que con ser bueno era suficiente para alcanzar la salvación, y no prestaba atención, porque no podía ver, a los signos y bendiciones del Señor que recibía a diario. El sábado 21 de junio del 2008, en horas de la tarde, estaba de rodillas frente al Santísimo, el Señor me mostró su luz.

A partir de este momento entendí el mensaje que Él tenía para mí. Me enseñó que en el Santísimo y a través de la oración podía desarrollar una relación personal con Cristo, que María era la intercesora por excelencia ante Jesús y que a través de Jesús llegamos al Padre.

Al salir de esa experiencia trascendental, seguí siendo el mismo, pero el cristal a través del cual miraba este mundo terrenal cambió, ya no estaba ciego. Salí con la determinación de que no bastaba con ser bueno, que tenía que hacer el bien, compartir las bendiciones y el conocimiento que Él me ha dado con los demás, empezando con los más cercanos (mi metro cuadrado).

Al acercarme a Cristo, dejé que Él curara mi ceguera, y que llenara mi corazón por completo. Sé que queremos que este mundo en el que vivimos cambie, pero para que esto suceda debemos cambiar nosotros los hombres.

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