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DOS MINUTOS

La lección de humildad

“Aprendan de mí –dice Jesucristo–, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallarán descanso para su vida”. En la historia de hoy, el autor reflexiona sobre la importancia de elegir el camino correcto: el de la pequeñez ante Dios

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Luis García DubusSanto Domingo

“Mi religión consiste en una humilde admiración por un espíritu ilimitadamente superior, que se revela a sí mismo en detalles sin importancia, que nuestras débiles y frágiles mentes pueden ‘percibir” (Albert Einstein).

Einstein, considerado un ser dotado de una mente superior, quizás la más destacada del siglo XX, considera humildemente tener una mente “débil y frágil” que apenas, puede percibir las manifestaciones de Dios que se revela a sí mismo “en detalles sin importancia”.

Creo que esta frase de un hombre sabio me habla de la humildad como una virtud excelente, y sin embargo desconocida, o al menos tenida a menos por la mayoría de de las personas que conozco.

El Señor Jesús pone énfasis en ello hoy (Lucas 18, 9-14) al hablar de un pedante y un humilde que fueron al templo a orar, diciendo que solo el humilde oró, mientras el otro lo que hizo fue celebrarse a sí mismo considerándose superior al primero por cumplir la ley judía a la perfección.

¿Es acaso esto (cumplir la ley a la perfección) lo que significa ser un buen cristiano? Creo que este es el enfoque equivocado que tiene a Dios como un ser exigente y despótico, que está al acecho de cualquier fallo nuestro para castigarnos.

“Dios te está mirando” era una frase amenazante, en vez de consoladora, sabiendo que estamos bajo su amorosa mirada cuidándonos con sumo cariño, como hace una madre con un hijo pequeño.

“Aprendan de mí –dice Jesucristo–, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallarán descanso para su vida”.

Dice San Agustín: “De todas las virtudes fue maestro; pero especialmente de la humildad: esta quiso principalmente que aprendiéramos de Él”. La humildad no la supo enseñar Platón, ni Sócrates, ni Aristóteles.

Más bien con sus virtudes de fortaleza y justicia y sabiduría pretendían ser admirados y estimados.

Sin embargo, hubo una gran Santa, declarada Doctora de la Iglesia, que sí descubrió lo que ella llamó un nuevo camino: “Bien corto, bien derecho, un camino totalmente nuevo”.

Y ese camino es el de la humildad, la pequeñez ante Dios. Y afirmó un descubrimiento que el mismo Dios le reveló: “La vida del alma consiste en el abandono, no en la conquista”.

Pasamos la vida tratando de ser admirados, aplaudidos y respetados.

Y, sin embargo, mientras más importantes seamos para el mundo, menos lo seremos para Dios, y mientras más éxito exterior tengamos, más vacío estará nuestro interior y más esclavos seremos de lo que piensan los demás.

La pregunta de hoy

¿Qué significa “bienaventurados los pobres”? Significa: “Felices los humildes de corazón”. No tiene que ver con dinero, ya que puede haber un pobre soberbio, y un rico humilde de corazón, según explican San Agustín, San Gerónimo, San Gregorio y otros más.

“Elige el último lugar –dice Santa Teresita de Lisieux–. Es el único que no es vanidad ni aflicción de espíritu y es la sola cosa que nadie envidia”.

“Sí, basta con humillarse, con soportar serenamente las propias imperfecciones. ¡He aquí la verdadera santidad!” En el cielo hay solo humildes, no hay duda. Y no se han hecho humildes después de entrar, sino antes.

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