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SENDEROS

Lograr una sana convivencia

“El derecho al respeto ajeno es la paz”, dijo hace más de un siglo el estadista mexicano Benito Juárez, esta idea descubre la falacia de la libertad de expresión ya que algunas personas imbuidas por prejuicios ya sean religiosos, políticos, económicos, sociales o culturales utilizan la libertad misma para personalizar, atacar o simplemente utilizar dicha libertad como vehículo permisivo para desmerecer el criterio ajeno; la libertad es válida cuando deseo atacar un punto contrario pero indeseable cuando soy atacado.

Benito Juárez sabía que aún la libertad tenía un límite cuando alguien se sintiese con derecho a irrespetar el derecho ajeno que per se es un estado importante en el ser humano.

El poder tener un criterio propio merecedor del respeto ajeno, el poseer una cosmovisión propia y aceptar, rechazar y debatir libremente sin ser coercionado de forma alguna. Lo gracioso es que aquellos que se amparan en la libertad de expresión son los primeros en reaccionar cuando otros hacen uso de dicha libertad, desmereciendo, usando la burla y la sorna del criterio ajeno, olvidando las sabias palabras del estadista mexicano.

La libertad de expresión es usada como un sofisma porque es incoherente cuando no sirve para la argumentación ajena, cuando es usada para la conveniencia de quien emite una idea y atacada contra las ideas no asumidas, o de posiciones contrarias; la libertad es malinterpretada cuando es usada en detrimento del criterio ajeno, cuando se usa convenientemente y calla, insulta, desmerece y finalmente logra desaparecer al punto divergente, al contrario, al opuesto. Ahí se extingue la libertad, se asesina el derecho ajeno y se soslaya la supuesta libertad que corrompida sirve solamente a una parte del todo y se subordina a los intereses de alguien, un grupo o de un sector de la realidad.

La libertad de expresión es para todos, no para justificar ataques personales ni para escudarse bajo la sombra de la intolerancia, la libertad será hasta que venga a la puerta de mis derechos, hasta que quieran callar mis ideas, hasta que de forma demagógica quieran silenciar mi intelecto. El mundo está compuesto de divergencias, de formas de pensar diferentes, de múltiples formas de concebir el mundo mismo, cuando violento el derecho de los demás no es libertad, es cobardía; las ideas se debaten respetuosamente y sin desmerecer al contrario, cuando logro un silencio y mi argumentación se mantiene firme he ganado más que cuando silencio, disperso o divago la contraargumentación.

La libertad me asiste siempre y cuando respete, no ofenda, no violente la conciencia ni la sana convivencia, lejos de esos parámetros la libertad de expresión es una falacia, un sofisma y una mentira que prostituye la inteligencia, la paz y la armonía.

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