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SENDEROS

Transitar el camino de redención

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

“¿Cuál crees tú que es el camino correcto de redención?” Esta pregunta fue sugerida por un maestro espiritual a un discípulo suyo, quién era principiante en la búsqueda y realización de la Verdad. Intentando serenarse y dar una respuesta atinada, a la improvisada pregunta de su maestro, decide contestarle: “No estoy muy seguro”.

Y con humildad admite su desconcierto. “Pero entiendo que el camino más expedito de redención es cuando se transita el interior del Ser, y se descubre a Cristo, vivo en nuestros corazones y con el impulso Crístico que nos da, realizar la más digna hazaña del alma: fundirse con Dios por siempre Realizado en su Océano Infinito de Amor”.

Queda ahora pensativo, como queriendo penetrar en la mente del maestro para conocer si fue acertada su respuesta. Pasaron breves minutos, cuando el maestro le dice:

“Estimo correcto eso que apuntaste como respuesta a mi pegunta. Pero, ¿qué hacer cuando se encuentran obstáculos que impiden llegar a la meta de realización, y cuáles pueden ser esos obstáculos?... Aquí se hizo presente su condición humana, y se dijo para síÖ “Ahora si me la puso dura”. Y como si fuera un rayo que iluminara su mente dijo: “Por la fe, maestro. Esa fe en Dios, de que todo se puede lograr transitando de su mano. Dándole control absoluto de todo lo que acontece en nuestra vida, ayudándonos a discriminar con el conocimiento, lo que es real de lo irreal; y con ello podemos trascender los aspectos que nos hacen sensibles para cometer errores, de tal magnitud, que haga al hombre a ser pasible de vivir un infierno en su conciencia, ya sea en esta vida y después de ella, más allá del cambio llamado muerte”.

Él nos ayuda también a ser consecuente con nuestros hermanos, a cumplir con las leyes y ponernos además a su servicio como obreros humildes, para ser colaboradores en su gran obra de redención y Salvación. Se sentía pletórico, eufórico, por decirlo de alguna manera, por el exultante gozo que presionaba su pecho. Tranquilo se decía interiormente: “No. No fui yo, quien dio esa contestación”.

Me sentía acompañado por una tenue brisa que acariciaba e inundaba mi rostro con su amor y su presencia. Sentía un calor que hacía que mi cuerpo se enervara con emoción. Entonces aturdidoÖ por la vibración y emoción del momento se siente mareado y exclama “¡Ah... fue el Espíritu Santo!, que se accionó en mí como cáliz rebosante de amor, para manifestar que el Camino de Redención es: transitándolo a través del Amor en Dios.

El maestro sin poder argumentar palabras le aseguró: “Eso que viviste hijo mío, es una Gracia otorgada y dispensada, para coronar tus esfuerzos en este difícil camino a Dios; no obstante, ora continuamente, porque a los que están más firmes en el sendero son los más provocados, para con engaños de felicidad, hacerlos desviar su devoción a Dios”. ¡Que Dios nuestro Padre, te Bendiga por siempre!

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