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REFLEXIÓN

La puerta estrecha

Leyendo el Evangelio de hoy vemos los dos polos opuestos de Dios, nuestro Señor. Por un lado, al ser preguntado que si son pocos los que se salvan, nos dice que procuremos entrar por la puerta tan estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

Por otro lado sabemos que Él es infinitamente misericordioso para con nosotros, perdonando nuestras faltas infinitamente. tan pronto que demos muestras de arrepentimiento.

Eso quiere decir que el ancho de la puerta depende solamente de nosotros, la podemos estrechar más aun o la podemos abrir de par en par.

La estrechamos dando la espalda a Dios, a su Hijo Jesucristo, a la Virgen María, a los Santos a la Iglesia asumiendo una actitud de rechazo.

La abrimos, obedeciendo los mandatos de Dios, aplicándolos a nuestro diario vivir tal como nuestra jerarquía con nuestro querido Papa Francisco a la cabeza nos enseña practicar las obras misericordiosas.

Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, rogar a Dios por los vivos y los difuntos.

No tenemos que cumplir con todas, podemos escoger nuestra favorita y si no nos cae bien ninguna, qué les parece estas otras: Visitar los enfermos, dar de comer a los hambrientos, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar los encarcelados, enterrar a los muertos.

Ya ves, mi querido lector, hay muchas maneras para abrir la Puerta estrecha del Cielo. Es más, dice Apocalipsis 3, 8: “Conozco tus obras.

Mira, te he puesto delante una puerta abierta que nadie puede cerrar. Aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has renegado de mí.” Sabemos que el mundo de hoy nos absorberá grandemente, con todos sus problemas, sus intrigas, sus dificultades, sus crisis, sus desencantos, que nos pueden alejar un poco de Dios y nuestra meta final, su Reino, la vida eterna.

A nosotros nos toca encontrar nuestro camino obviando todos estos obstáculos. Cristo nos enseñó a orar el Padre Nuestro, hagamos uso de la oración para encontrarlo.

Estamos en el Año de la Misericordia, un momento oportuno para pedir a Dios que nos ayuda encontrar la Puerta bien abierta para nosotros.

No olvidemos a la Madre de Dios, nuestra Madre, que aunque tal vez no lo merecemos encontrará para nosotros una puerta trasera por donde nos dejarán pasar.

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