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REFLEXIÓN

Jesús vino a salvar a la gente

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Kim Resek de LangaSanto Domingo

La lectura del Evangelio de este domingo nos presenta otro aspecto más de la misericordia de Dios, nos deja bien claro que Jesús vino a salvar no solamente al pueblo judío, sino a toda la humanidad. En este pasaje de San Lucas se evidencia, una vez más, que él pasó la vida haciendo el bien sin importar el tipo de persona ni la condición.

Que solo le bastó la fe del centurión para salvarlo. Y es gratificante leerlo una y otra vez para que llevemos a nuestro corazón esa certeza de que no estamos solos, no nos abandona nunca. Todo es cuestión de que lo que hemos aprendido y escuchado a través de todos los tiempos lo hagamos vida y lo llevemos a nuestro corazón.

Que no lo dejemos solamente en las letras de un libro, en la asistencia a una charla, o caiga en el vacío después del consejo de un sacerdote.

Se trata de fortalecernos y de que estemos tan fuertes en nuestra fe, que en los momentos de prueba, Jesús la sienta y lo que es mejor, que sea tan evidente que la transparentemos para que otros también puedan sentirla y así poder ser testimonio.

Esto fue justamente una de las cosas que aprendí cuando hice mi Cursillo de Cristiandad hace ya 24 años. Que el objetivo era tener un encuentro conmigo misma para así poder tener mi encuentro personal con Cristo, y luego mostrarlo a los demás.

Y justamente de eso se trata, de pocas palabras y de mucha acción. A veces nos gusta mucho hacernos notar y no transparentar, cuando lo importante es que lo poco que digamos vaya en consonancia con lo mucho que hacemos, de lo contrario no ganaríamos nada para la gloria de Dios. Es por eso que pienso que la oración y la dirección espiritual son herramientas vitales para todo cristiano, que nos permiten, como al centurión, que se sienta nuestra fe en cualquier situación que nos encontremos. “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.

El mejor ejemplo de la infinita misericordia de Dios es nuestra madre, la Virgen María, y en ella, un día como hoy, quiero incluir a todas las madres de nuestro país que velan por sus hijos con un amor abnegado y admirable, siguiendo al modelo por excelencia de ella, que fue su hijo Jesús.

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