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DOS MINUTOS

Libre y feliz

Quien vive para obtener placer, poder o prestigio pierde la facultad de pensar con equilibrio y sabiduría, porque pierde la libertad

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Luis García DubusSanto Domingo

Si usted dedica dos minutos a leer esto, se va a enterar de algo muy raro.

Me refiero a la reacción de mi amiga Consuelo cuando le informaron que iba a recibir una promoción en su empleo y un aumento de sueldo.

La reacción fue contestar que no. Que no era a ella quien le correspondía recibir ese ascenso y ese aumento.

Que era otra.

Le explicaron que esa otra, aunque tenía preparación suficiente, adolecía de cierto defecto que la descalificaba para el importante cargo.

“Déjeme eso a mí”, fue la respuesta de Consuelo. “Yo me encargo de ayudarla a superar su defecto y a que tenga éxito”.

El caso es tan raro, que cuando me enteré, quise saber por qué razón había Consuelo actuado de esa manera.

“Porque era lo justo”, me respondió. “Ella se había ganado el puesto, y era a ella a quien debían dárselo”.

Extrañamente, Consuelo le da más importancia a la justicia, que a los honores y al dinero.

Y no es que sea pusilánime. Ni boba. Ni cobarde. Es que ella es libre, porque es cristiana. Y ella es feliz, porque es libreÖ

Si usted sigue leyendo, en el segundo minuto se va a enterar, o al menos se va a recordar, de algo más raro todavía.

Hace poco oíamos hablar de tres reyes. Sus nombres son según la tradición, Gaspar, Melchor y Baltasar.

El evangelio de este domingo (Lucas 4, 1-3) también habla de tres reyes. Sus nombres son Placer, Poder y Prestigio.

Son los tres reyes a quienes su representante, el diablo, trata de que el Señor rinda tributo, según aparece en el evangelio de hoy.

Quien es servidor de cualquiera de ellos pierde la facultad de pensar con equilibrio y sabiduría, porque pierde la libertad. Puede que sea “buena gente”, que “no mate ni robe”, pero es un pobre esclavo de esclavos, no es feliz, porque no es libre.

El Señor Jesús no era un esclavo. Por el contrario, él fue el primer hombre libre que existió.

Lo demostró reaccionando con libertad de criterio y de decisión frente a los reyes de este mundo.

Al primero (el rey Placer) lo rechazó con una frase tajante: “No solo de pan vive el hombre”.

Al segundo (el rey Poder) lo rechazó con otra sentencia: “Al Señor tu Dios rendirás homenaje y a él solo prestarás servicio”.

Y al tercero, quizás el más peligroso de todos (el rey Prestigio) lo aplastó contra la frase corta llena de significado: “No tentarás al Señor tu Dios”.

Sí, en efecto, el Señor Jesús era un hombre libre.

Total y absolutamente libre.

Y es muy buena noticia saber que existe un hombre con esas agallas, con ese valor, con esa personalidad.

Y no solo eso. Hay algo más. El no solo es libre. También es libertador.

Él es quien declaró: “He venido para poner en libertad a los oprimidos”.

Muchos oprimidos por la tiranía de estos tres reyes han obtenido su libertad apelando a la potencia liberadora del Señor Jesús. Esa libertad los ha hecho felices.

Consuelo es solo una de esas personas. Usted y yo podemos ser dos más.

Nota: celébrelo usted conmigo: Hoy se cumplen 32 años de estar saliendo esta columna de forma ininterrumpida, por lo cual agradecemos tanto al Listín Diario, como a La Información y al Semanario Camino, quienes lo han publicado todos estos años con amabilidad y agrado.

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