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DOS MINUTOS

El don más valioso

En la carta de los Corintios, San Pablo dice que sobre todos los dones ambicionemos el del amor. El don del amor hace a los hijos de Dios parecerse a él, ¡amar tal y como él nos amó a nosotros primero, sin que lo mereciéramos!

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Luis García DubusSanto Domingo

Su nietecita adorada cumplía cuatro años, pero el abuelo era un hombre pobre que no podía regalarle nada. Sin embargo, sabiendo que la niña nunca había tenido ni una muñeca, se hizo un plan.

Tres meses estuvo levantándose bien temprano, y casa por casa preguntaba: “¿Usted necesita que yo le haga algún trabajito? En muchas casas le cerraban la puerta en la cara, pero en algunas le permitieron barrer la casaÖ desyerbar el jardínÖ ¡Hasta hubo una en la que pudo arreglar una puerta que se había zafado de una bisagra!

El asunto es que el abuelo pasó tres meses levantándose de madrugada, caminando mucho buscando “trabajitos” y reuniendo peso a peso todo lo que podía.

Finalmente pudo comprar una muñequita, era pequeña, pero linda, ¡y era nuevecita!

Llegó el cumpleaños y entró el viejo con su regalo. Los ojos de la niña brotaban de esperanza abriendo aquella caja, y cuando por fin vio la muñequita hubo una explosión de alegría nunca vista.

No se sabía a quién estaba abrazando más: si al abuelo o a su pequeña muñeca.

Ahora deme usted su opinión: ¿Quién estaba más contento: la niña, o el abuelo? Los dos, dirá usted con toda razón. Pero fíjese que por distintos motivos: la niña porque estaba siendo amada; el adulto porque estaba amando.

En la carta de los Corintios, San Pablo dice que sobre todos los carismas y dones ambicionemos el don del amor. Y luego, en el capítulo XIII, describe a Dios y dice detalladamente cómo es que Dios ama. Y al final añade: “Cuando yo era niño, hablaba como un niño, tenía mentalidad de niño, discurría como un niño, cuando me hice hombre, acabé con las niñerías (1 Cor.13,11).

Vi a una mujer dominicana amamantando a un niño haitiano herido. Ese niño no era ciertamente su nietecito, pero ella tuvo compasión de él: ella lo amó.

El don del amor hace a los hijos de Dios parecerse a él, y amar a quienes no son nietos, ni amigos siquiera. ¡Tal y como él nos amó a nosotros primero, sin que lo mereciéramos!

Y estos dos minutos están tratando de decirle que la forma de lograr la felicidad es recibiendo el don del amor. De amor sin que el otro lo merezca.

La pregunta de hoy

¿Cómo se logra ese don?

Un don no se logra, se recibe de la gratuidad de Dios.

San Pablo nos dice que ambicionemos ese don, y con mucha razón lo llama el don más valioso.

Nadie puede amar por esfuerzo propio, pero en la medida en que una persona va recibiendo este maravilloso don, es más afable, más comprensiva, tiene más paz interior, disculpa a los demás, confía... ¡es más feliz! Este amor auténtico, naturalmente, no es un sentimiento, puesto que si lo fuera, solo amaríamos a los que nos aman, o a los que nos caen bien. Es un don de Dios que nos hace libres y felices. ¡Con razón dice San Pablo que lo ambicionemos!

Cada vez que se le haga difícil amar a alguien, ore más. Dígale a Dios: “He aquí una oportunidad, Señor, ¡dame tu don ahora!”

Don significa regalo. Lo único que podemos nosotros hacer es ambicionarlo, pedir a Dios que nos lo dé, y estar abiertos a recibirlo.

Equivaldrá a recibir la felicidad aquí, ahora, y también después.

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