Santo Domingo 23°C/24°C scattered clouds

Suscribete

DOS MINUTOS

Los grandes y los pequeños

Nadie está exento de recibir el amor y la vida de Dios a través de la comunión. Como un padre bueno que cuida a sus hijos pequeños, Él se hace “pequeño” y nos busca para darnos este alimento

Avatar del Listín Diario
Luis García DubusSanto Domingo

Hay cosas que da hasta vergüenza contarlas. Yo tenía un amigo muy cercano. Nos veíamos a menudo, compartíamos alegrías y problemas, disfrutábamos de nuestra relación y hacíamos planes juntos.

Pero resultó que mi amigo se fue haciendo más y más “importante”. Cada vez fue ocupando un cargo de más categoría en la empresa donde trabajaba, y empezó a tener muchos compromisos nuevos. Ya casi no nos veíamos.

En una ocasión llegó a suceder que estuve toda una semana tratando de hablar por teléfono con él, y no pude. Unas veces no estaba, otras estaba en una reunión, otras tenía “una gente de fuera...”, etcétera.

He contado esto porque el evangelio de este domingo me ha hecho pensar que con Dios nos pasa lo contrario. Es decir, que somos nosotros los difíciles de localizar.

Dios buscándonos, y nosotros demasiado ocupados para atenderlo. Dios “pequeño” y nosotros importantes.

Dice el Señor hoy en el evangelio (Juan 6, 51-59) “Pues sí, les aseguro que si no comen la carne y no beben la sangre de este Hombre, no viven de verdad. Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida definitiva”.

El Señor está hablando, naturalmente, del sacramento de la Eucaristía. Es decir, de lo que llamamos comúnmente la comunión.

Y nos está diciendo que, por medio de este alimento maravilloso, Él nos comunicará su propia vida, de modo que tengamos, con Él, vida definitiva

Como un padre bueno que cuida a sus hijos pequeños, Él nos busca para darnos este alimento.

Él se hace pequeño, y nosotros somos los “grandes”.

Para mí, Dios es mi Papá bueno. Y me quiere alimentar para que tenga vida, para que yo esté vivo de verdad ahora, con una vida que no se termina, es decir, una vida definitiva.

Entonces me pregunto, ¿cómo es posible que haya tantas personas que hayan tenido el privilegio de leer este evangelio de hoy, ¡tantos cristianos!, y estén desaprovechando este alimento?! ¿Qué es lo que pasa? ¿Cuál es la confusión? ¿Cuál es el problema? ¡Resolvámoslo!

“Si no se hacen como niños, no entrarán en el reino de Dios”, dijo en una ocasión el Maestro.

¿Será acaso esto lo que nos está haciendo falta?

La pregunta de hoy

Si por alguna razón yo no puedo comulgar, ¿qué debo hacer?

Lo primero es que debe acercarse a un sacerdote para exponerle su caso. Bien podría ser que fuera de fácil solución, como ha sucedido ya tantas veces. Tenga confianza.

Y lo segundo hacer una “comunión espiritual”. Esto significa que usted va a misa y participa de la comunión de la palabra (que es la primera en cada misa), y luego, cuando llega el momento de la comunión del Cuerpo, usted se recoge interiormente, se comunica amorosamente con el Señor y le expresa su deseo de recibirlo plenamente.

Nuestro Cardenal, Monseñor López Rodríguez, ha dicho repetidamente que “el Señor valida este tipo de comunión”. Permítame repetir esta frase: el Señor valida este tipo de comunión. Es decir, que Dios valora y aprecia su deseo y le comunica a usted la fuerza de su amor en ese momento.

Nadie está exento, por tanto, de recibir el amor y la vida de Dios a través de la comunión. Nadie está exento de estar vivo de verdad.

Sólo hay que ser “pequeño”.

Tags relacionados