Oigamos el llamado del Señor

“...El Señor está a la puerta y llama, quien tenga oídos para escuchar el llamado, abra para que Él penetre, inunde y se exprese con plenitud y amor en nuestro Ser”. Hay en el corazón de cada ser, una luz que como vibración de amor impele a que el hombre escuche la continua prédica dada por el Maestro Interno, el Espíritu Santo, de que la conciencia que los rige, despierte del letargo donde permanece dormida. Es necesario por tanto entender, que junto a esto, y justo al tiempo, hay una multiplicidad de eventos que dan testimonio de que Dios llama de cualquier lugar, modo o forma a que el hombre se transforme, y con ello se conquiste, y se logre la paz, tanto ansiada, y con resguardo a la vida en todo producto.

Pero es evidente, que este mismo hombre sigue de espalda a este llamado, y obvia con su actitud y marcado desdén, a no dar importancia de adecuar su vida con nuevos modelos de pensamientos, hábitos, costumbres y conductas. Se sabe que la conducta fundamentada en sólidos principios, asistidos de pensamientos positivos, sentimientos rectos y nobles, crean las bases para un mundo más equitativo en la administración de justicia; otorgándoles en consecuencia, más seguridad y bienestar a todos los organismos o estamentos que norman las sociedades del mundo. Entendiéndose por demás, que las sociedades como árbitros, devuelven lo que reciben de las estructuras psicofísicas de sus miembros (núcleos familiares) dando con ello, la impronta, de que un individuo a la vez, puede cooperar a revertir los efectos negativos que puedan incidentarla en su intimidad, por los desatinos que a ellas les afecten con traumas de lesa humanidad.

Hoy por hoy, el hombre está aturdido por la atracción ilusoria de los sentidos, y su hegemónico placer, y no da cabida a transformarse. El hombre como género, ha de entender, que debe desprenderse de las corrientes atávicas del error con la ignorancia del deseo. Y cada día a la vez, con una auto-observación puntual de los pensamientos y sentimientos, encaminarse u orientarse con disciplinas humanas y espirituales que lo ayuden en su crecimiento como ser y su autorrealización integral.

Es que ese mismo hombre, atendiendo en inconsciencia a su libre albedrio otorgado para la elección de su sendero, se ha hecho complaciente al goce hedonista, de apegos, deseos, egoísmo, y con ello, ha comprometido su verdadera libertad de ente divino, que lo impele a reconocer su naturaleza, y a descubrir la identidad espiritual en unión a la Fuente Suprema ,su origen, y la integración con todos, en el amor, que como Esencia Primigenia le une con el Todo, y nos hace Uno en unicidad con todos.

Entonces, después de este elaborado proceso como propósito, es cuando se ausculta la esencia de este llamado, se comprende el caudal de Amor de nuestro Amado Jesús, maestro que como guía auspiciador de un Evangelio de Servicios, busca que ninguna de sus ovejas se extravíe del redil o Plano de Gozo y Bienaventuranza, que nos asegura que es su divino ser.