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REFLEXIÓN

“Alianza nueva”

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Teresa Valenti BatlleSanto Domingo

Celebramos el Cuerpo y la Sangre de Cristo: el don de la EUCARISTÍA. En la Cena Pascual, Jesús habla de la “alianza nueva”, no solo con un pueblo sino con toda la humanidad. La Eucaristía es el signo que expresa y nos hace vivir el amor con que somos amados. Hemos conocido este amor al experimentar la existencia humana de Jesús, que Él quiso unificar en el Pan y el Vino compartidos. Al participar de la Eucaristía, sentimos el compromiso de que nuestra vida se parezca más y más a la de Jesús. Todo don recibido es una llamada a compartir todo lo que somos y tenemos. Cuando Moisés habla al pueblo, la respuesta es una afirmación de su fe: “Haremos todo lo que dice el Señor”. ¿Qué nos dice hoy a nosotros el Señor? En el mundo hay más de 800 millones de hambrientos. Bastaría que sumáramos y dividiéramos correctamente los dones recibidos y habría pan para todos, hábitat... Hoy, se gasta doscientas veces más para la muerte: armas y guerras que para la vida.

En la EUCARISTÍA somos invitados a compartir solidariamente nuestros bienes, la amistad verdadera, el amor sin límites. Jesús nos da la mano para empezar a vivir el reto de caminar, siempre con ÉL, confiando en su ternura y misericordia. El tema que nos proponen las lecturas de hoy son de alianza. Hay una alianza renovada entre Dios y el pueblo hebreo, sellada por medio de Moisés con sangre de animales. Era anuncio de otra alianza, nueva y definitiva, entre Dios y todos los pueblos, sellada con la sangre de JESUCRISTO. Dios quiere unir a todos sus hijos sin que nadie sea excluido, en íntima y profunda relación de amor, amistad, fidelidad y entrega al límite como hizo Jesús.

Escapemos de la “globalización de la indiferencia” como dice FRANCISCO, obispo de Roma, que nos lleva a pensar solo en nosotros mismos. El reto es sencillo para los corazones que saben conmoverse ante el dolor ajeno. Trabajemos para vivir la “fraternidad comprometida”. Martín Luther King decía: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”. La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza”.

Nuestra dimensión humana y cristiana nos compromete a vivir la EUCARISTÍA, no solo como memoria de una forma ritual y de “cumplimiento”, sino a despertarnos a la dimensión social que vive el mundo, empobrecido por nuestras injusticias, comenzando por los más cercanos.

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