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SIN PAÑOS TIBIOS

Jueves Santo

La resurrección de Jesucristo es el misterio central del cristianismo, en tanto que su victoria sobre la muerte era señal de su condición divina, pero también la prueba de que quien creyera en Él, tendría vida eterna. Crucificado un viernes –antes de la pascua judía–, la tradición refiere que el triduo pascual comienza el Jueves Santo, “a la hora que sopla la brisa de la tarde”. Los evangelios indican que la conmemoración de la Última Cena ocurre un día como hoy, y es precisamente al término de ese hecho que comienza el ciclo de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor.

Dos sacramentos fundamentales fueron instituidos en la Última Cena por el propio Jesús: la Eucaristía y el Orden Sacerdotal, los cuales constituyen la base del rito católico desde entonces. La historia también recuerda que ese último encuentro fue atribulado porque lo que comenzó en armonía y camaradería, luego terminó en violencia y traición; y es que hoy también Judas dio el famoso beso al Maestro, señal convenida con el sanedrín judío para que la guardia del templo aprehendiera al Rabí de Galilea, una vez este fuera identificado por su discípulo.

Mucho se ha escrito sobre esto desde entonces, porque más allá del interés que despierta la misma desde el punto de vista religioso, también se impone la dimensión histórica de un hecho central en la vida de un hombre que partió la historia en dos, por lo que nada en torno a Él nos puede ser ajeno.

El Jueves Santo es un día paradigmático que nos muestra las veleidades del destino y las contradicciones de la vida. El hombre que entró triunfante a Jerusalén un Domingo de Ramos, en olor de multitud y bajo aplausos, cuatro días después fue hecho preso, juzgado y ejecutado, no sin antes haber sido víctima de las maquinaciones de uno de sus íntimos; porque Jesús conoció la traición de manos de Judas, que fue el traidor necesario, la figura clave en desencadenar los procesos que comenzaron en Getsemaní y que terminaron en el Gólgota.

Esas tribulaciones no nos pueden ser ajenas, aunque la Semana Santa haya perdido su vigencia y significado y ya no se decodifique en clave religiosa, sino recreacional. Porque, aunque mucha gente haya salido de escapada hacia el interior, otros se quedarán en sus hogares y los desafíos son mayores y de orden público; y, en lo que la autoridad hace su trabajo, los voluntarios entregan lo mejor de sí para garantizar que volvamos a nuestros hogares sanos y salvos, toca también que la ciudadanía se comporte como tal; porque el civismo, la prudencia y el respeto a la autoridad debe ser asumida por la gente como bandera, práctica y guía.

Hay muchas formas de guardar la Semana Santa, y cumplir la ley es una de ellas. Que la impulsividad, agresividad, el irrespeto y la intolerancia no nos traicionen. Y sea que nos quedemos en nuestros hogares o no, que podamos disfrutar con seguridad, en paz y armonía.

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