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SIN PAÑOS TIBIOS

El relevo del magistrado Ray Guevara

En 2023 tenemos el privilegio de ver en tiempo real las audiencias de evaluación que el Consejo Nacional de la Magistratura hace a los aspirantes a jueces del Tribunal Constitucional (TC), tradición que comenzó en 1997 con la selección de la Suprema Corte de Justicia de entonces, que la costumbre hizo ley y que hoy día las redes potencian al facilitar la participación ciudadana. Y esa costumbre nos impide aquilatar qué tanto significa eso, que ya ni nos acordamos del “gacetazo” o cómo anteriormente eran seleccionados nuestros jueces.

Más allá de las entrevistas; de la naturaleza de las preguntas y respuestas; de si el escenario es válido sólo para cuestionar aspectos jurídicos o si es propicio para indagar en torno a creencias íntimas de los candidatos; la selección de los cinco jueces hay que verla en el contexto electoral que se desenvuelve y bajo el prisma de que una de las posiciones a escoger será la del presidente del TC.

Sobre la base de su naturaleza colegiada, la presidencia del TC adquiere una relevancia trascendente, pues le corresponde la dirección de “los órganos técnicos, administrativos y financieros del Tribunal”. Ahora bien, por encima de todas las funciones puestas a su cargo por la Ley Orgánica núm. 137-11 del Tribunal Constitucional y los Procedimientos Constitucionales, el presidente del TC ejerce otras funciones no escritas, pero si obvias: la de ejercer una impronta en la administración de los procesos y trazar una guía indicativa de hacia dónde debe transitar el tribunal, interpretando el zeitgeist y haciéndose eco y sujeto de él. Este proceso no es mecánico ni tiene fundamentos jurídicos, sino que es consecuencia del manejo personal que el presidente tenga con sus pares, toda vez que la colegiatura implica igualdad, pero también negociación, concertación, capacidad de realizar acuerdos y de cumplirlos.

Ahí es que se puede aquilatar el trabajo realizado por el magistrado Milton Ray Guevara, quien construyó desde cero la institucionalidad del Tribunal Constitucional, sobre la base de la función ordenadora social de sus sentencias y la eficiencia y probidad en sus manejos, sin que hasta el momento haya sido cuestionada su legitimidad. Como en toda corte constitucional, habrá sentencias que signarán su administración –aprobadas por unos y rechazadas por otros–, pero, en sentido general, la valoración que la ciudadanía tiene de su gestión es la correcta, y esto es consecuencia de la capacidad del magistrado Ray Guevara de interpretar correctamente los criterios divergentes entre sus pares, de conciliar y arbitrar desde el respeto, visiones, principios y valores divergentes, pero coincidentes en el deseo de una mejor justicia constitucional.

Juez, presidente, administrador y equilibrista, el magistrado Ray Guevara ha dejado una impronta, un legado y un camino, y la sociedad lo reconoce y le agradece. La vara está muy alta y quien finalmente tome el relevo deberá continuar con todos los pendientes, y, sobre todo, encarar los desafíos propios de un órgano colegiado. Esto es, navegar exitosamente entre islas de poder y grupos de intereses que procurarán imponerse y lograr mayorías. Ello implicará no haber sido parte de los bloques vigentes, porque el primus no se escoge entre pares que hayan actuado entre sí como tales; porque cuando se busca un árbitro, este no debe tener vínculos, alianzas, agradecimientos o rencores precedentes… y ese entendimiento es tan importante como todo lo demás.