Día y noche

Es un título sugerente para un movimiento de alcance popular y de organización social que lo lleve a alcanzar el poder; más: puede ser epítome del particularismo y del localismo, pero mucho mejor es para el nacionalismo moral por la patria.

Estremecida la consciencia nacional, asediada de un poder político de los partidos tradicionales y emergentes derivado en un verdadero mestizaje político; la gran mayoría del liderazgo de impostura fáctica, de antiejemplaridad por el desenfreno de pasiones y apetitos; otros que son ciudadanos ejemplares convertidos en lugartenientes del tigrismo político, incompatible con la política porque su lucha ha querido librarla en las calles en forma epopéyica. Este es el país político en los últimos 20 años.

La nación dominicana ha venido cayendo en un hondón donde parece que la figura humana de ella es estar con un pie en el aire y otro con el abismo como suelo en materia de pérdida de valores y desintegración de su identidad. Estamos en tiempos más dado al balance electoral que a la reflexión, mientras que los enemigos de su independencia y soberanía siguen adelante, y encuentran eco y apoyo en sus planes de debilitamiento institucional.

Con la plaga de laicismo, sodomismo, criminalidad, violencia familiar, de desencanto ideológico, fatiga moral, mas las intenciones fusionistas con el fallido Estado haitiano que pende como espada al cuello de la República, y los condicionamientos políticos, cualquier cosa puede pasar: hasta que se convierta un forajido en ídolo de masa.

En un país mágico como el nuestro, donde lo irracional gana más espacio que lo lógico, no andamos descaminados, y más si hacemos una excursión por el pasado lejano y cercano pienso que ya lo hemos padecido.

En este cuadro caótico desde su trayectoria aparecen traidores que tratan de debilitar nuestras fronteras física y jurídica para que en el futuro dirijan las instituciones nacionales gente que no es de nuestras propias carnes y costumbres.

Sin embargo, caminando en rumbo incierto y marcados por un destino azaroso como el que hemos vivido con el mal agradecido vecino que comparte la isla, la Providencia, que ha velado siempre sobre este destino vacilante, nos trae las palabras del embajador de Estados Unidos, Robert Copley: “Su país apoya las medidas que adopte la República Dominicana para deportar a todos los indocumentadosÖ; y agrega: todo gobierno tiene derecho de decir quien estaría legalmente en su país, todo gobierno tiene el deber y la obligación de tratar hasta donde le sea posible, de controlar sus fronteras, eso es cien por ciento doméstico de parte del Gobierno de ese paísÖ (Listín Diario, pág. 8A, viernes 25 de agosto, 2017). El Embajador advierte la flojera de la autoridad nacional y le invita a actuar en esa dirección de defensa del país.

Pienso que es oportuno iniciar “Día y noche, R.D.” concienciando todas las provincias del país denunciando la codicia de un empresariado criollo voraz y sin amor por la patria; advirtiéndonos del dictamen extranjero sobre nuestra soberanía y solicitando dignidad y seguridad de nuestra nación. ¡Que no podemos aceptar que la agenda social y económica haitiana sea trasplantada en la República Dominicana! El Gobierno dominicano tendrá que dar un giro copernicano en la política migratoria o tendrá que asumir las consecuencias lacerantes de su dejadez.

Tags relacionados